Pabellón con baranda
En 2008, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura se basó en las maquilladas estadísticas del régimen para anunciar que el descenso en el Índice de Subnutrición era tal que Venezuela ya había satisfecho la Meta del Milenio para 2015. A lo que el Instituto Nacional de Nutrición (INN) añadió delirante que el 98% de la población comía más de tres veces diarias, «en razón de las políticas gubernamentales en seguridad y soberanía alimentaria y dado el incremento en el poder adquisitivo del ingreso familiar».
En esa línea, el Instituto Nacional de Estadística quiere hacernos creer que la Canasta Alimentaria Normativa para una familia de 5 personas fue de Bs. 3.324 en diciembre de 2013, 0,68% más barata que el mes anterior.
Más realista, el Centro de Documentación y Análisis Social de la Federación Venezolana de Maestros informa que ese mes la Cesta Básica para una familia de 4 personas fue de Bs. 6.234, subiendo a Bs. 15.622 cuando a ella se le añaden productos de higiene, servicios, vivienda, educación, salud y vestido y calzado para formar la Canasta Básica Familiar: 5,3 salarios mínimos, con una inflación de 56% (en alimentos casi 75%) en 2013.
No en balde, en su reciente informe «Lo suficientemente bueno para comer», la organización global para el desarrollo Oxfam señala que si bien en cuanto a desnutrición y niños con bajo peso Venezuela tiene nivel aceptable, la nación se ubica por debajo de todos los países suramericanos y el 13º peor del mundo en costo de los alimentos, promediando en la posición 71 entre 125 países.
Oxfam también mide calidad y salud alimentarias, relativas a la obesidad. De nuevo, cifras en rojo: el país ocupa el primer puesto en América del Sur y noveno en el mundo en población obesa.
El propio INN admitió en 2009 un 20% de sobrepeso y obesidad y 16% de desnutrición en la población de 5 a 16 años, causados por una alimentación desbalanceada o insuficiente. Es que una dieta equilibrada en proteína (carnes), poca harina y azúcar, mucho vegetal y fruta, se hace cuesta arriba para la familia venezolana cuando la inflación se come sus magros salarios. Pagar Bs. 50 ó 35 por kilo de cebolla o tomate, o Bs. 150 por kilo de pescado resulta inalcanzable para las grandes mayorías.
Inevitable entonces su sustitución por harinas de todo tipo que además, con una escasez de 22,2% (dato BCV), hay que conseguirlas en largas y humillantes colas.
El muy criollo pabellón con baranda, hecho con carne mechada (de Brasil), arroz (de Guyana), caraotas refritas (de Dominicana) y plátano frito (¿de Barlovento?) no estará completo nutricionalmente, a menos que lo complementemos con costosos vegetales y frutas que ahora, con una inflación desatada y la reciente devaluación («sistema dual de cambio») de casi 100%, nos costarán cada vez más.
¡Tremenda seguridad y soberanía alimentarias!