Estaticular y otras aberraciones
Hace un montón de años (cuando el bolívar era una moneda de verdad) circuló una receta para hacerse millonario: aprenda tocar guitarra y dé un millón de serenatas de a bolívar. Ahora les propongo una variante: cómo obtener hoy cien mil euros: cásese, tenga seis hijos y luego multiplique el per cápita nacional de 2015 por en número de miembros de su familia: 8 x €12.506 = €100.048. ¡Listo, solucionados sus problemas! Eso es “estaticular”, para usar la palabra que inventó Darrel Huff, el profesor de Estadísticas que me tocó en Northwestwern y autor de no menos de cuatro libros sobre la materia. La palabreja es una mezcla de “estadísticas” con “especular”; o sea, teorizar con sofismas. En eso, además de robar y mentir, es lo único en lo que es experimentado el régimen. Para contrarrestar esa “destreza” (más bien, “maña) de los pinochos miraflorinos, no estaría demás valernos de las preguntas que sugería mi antiguo profesor: ¿quién lo dice?, ¿cómo lo supo?, ¿qué oculta dentro de su argumentación?, ¿me cambió el tema? y ¿tiene sentido lo que alega?
La primera pregunta, ¿quién lo dice?, es esencial para entender cómo fue que llegamos a esta oscura circunstancia nacional. Empecemos con lo explicado en cadena televisiva por el mayor encantador de serpientes que haya parido esta tierra en toda su historia: que los precios del petróleo iban a subir hasta los doscientos dólares y que nunca más bajaría de allí. Cosa que, como ya sabemos, no resultó cierta. Pero que fue la razón, aparte de su odio contra la clase empresarial venezolana, por la cual ordenó el desmantelamiento de las industrias del país. Con el petróleo a ese precio, podía meter en la nómina oficial hasta a las camareras que cambian sábanas en los hoteles expropiados; la idea era que todos acudieran ante él con las manos extendidas y con las palmas hacia arriba para recibir lo que su munificencia decidiera. Podía, también, comprar los votos de otros países en los foros internacionales. Los chulos que gobiernan o gobernaban en esos estados nos siguen saliendo muy caros. Asumía proyectos faraónicos, como el gasoducto con el cual, después de destruir una buena faja de selva amazónica, mandaríamos gas hasta Argentina. Desde aquí, un territorio en el cual se debe hacer largas colas y pagar sobreprecios para poder reemplazar la bombona vacía, saber quién lo dice es esencial. Por eso, hay que estar ojo zahorí con los chorros de baba que sueltan especímenes como Nikolai, el capitán Hallaca, la vampira, Jorgito “Audi” Rodríguez y demás ejemplares de esa fauna.
Por las muchas las falacias con las cuales quieren embobar a la nación, uno tiene que preguntarse: ¿cómo lo supo? Porque los datos de algunas instituciones que debieran ser diáfanas, estrictas, profesionales, están plagados de acomodos, parches, disimulos, artificios. Ni el Banco Central ni el Instituto Nacional de Estadísticas son creíbles porque han modificado las reglas con las que se miden los hechos y nos pintan una escena con gafas panglosianas. ¿Quién, en su sano juicio, puede creer eso de que en Venezuela solo hay un ocho por ciento de desempleo? Ni que cuenten como trabajadores hasta a los que hacen malabares con peloticas en los semáforos se puede creer esa cifra. Cómo estará de mal la cosa, que los Indicadores Económicos del portal del INE llegan solo a diciembre de 2014. Y si es el concupiscente y pederasta que explicó lo del nuevo cono monetario, ese es más mentiroso que un brassier con relleno. Solo le gana José Temiente, el epítome del pobrediablismo.
Después viene aquello de: ¿qué oculta dentro de su argumentación? y ¿me cambió el tema? Es tan esencial lo que no se dice como lo que se dice. Pongo un ejemplo: una vez, el párroco de un pueblito del Sur del Lago no quería recibir a alguien que venía a cobrarle una deuda, pero por su ministerio no podía mentir. Pues se metió en la tina del baño, vestido con sotana y todo, y le dijo al sacristán que le informara al acreedor que no podía ser recibido porque “el padre está en la bañera”. Igualito es lo que hace Delcy Eloína cuando declara que Venezuela preside el Mercosur. Idéntico es lo que informa Jaua: que “la oposición no se presentó a conversar (…) por no haber cumplido los acuerdos previamente establecidos”. Cambia el tema y culpa a la MUD. Es aquello del ratero que corre gritando: ¡al ladrón, al ladrón! para facilitar su propia huida. Quienes no han cumplido son los del régimen: siguen los presos políticos, no dejan entrar las medicinas, no aparece en el horizonte una fecha para elecciones o revocatorio…
Y, por último, preguntémonos: ¿tiene sentido lo que alega? En este aspecto hay que mencionar gente muy disímil. Pongo el caso de William Contreras, el de la Sundde, quien por verse a las puertas de un despido —porque hasta los mismos directores de ese despacho están descontentos por la forma como lleva a cabo los operativos de fiscalización de precios— entra en Sabana Grande como un elefante en una cristalería y causa lo que sería un segundo “dakazo” Por el otro, está Oscar Schemel —quien no está formalmente en la nómina pero que cobra lo suyo— cuando informa que “el 51% se declara ni chavista ni opositor”. La verdad verdadera es que todas las demás encuestadoras señalan un porcentaje menor. E informan que la mayoría de esos ni-ni, a la hora de votar, sufragará en contra del régimen. Porque ellos también saben quiénes son los responsables de su pelazón…