La Cultura Política Mendicante
No nos pongamos exquisitos porque el tiempo no está para mangos bajitos. Es como estar hablando de políticas públicas cuando todavía estamos comiendo con las manos. Humildad conciudadanos, unidad. A propósito, miremos hacia arriba.
La cultura política no es un termómetro para entender o descifrar cuán culto son o han sido los pueblos, sino para saber cuán alto han llegado a escalar la montaña interminable y resbaladiza de la defensa de la libertad, el respeto y la justicia. Permite, más aún, apreciar la funcionalidad de los sistemas políticos democráticos, expresada en la calidad y transparencia para producir las mejores decisiones políticas
posibles. Porque los gobiernos no están hechos para pasar por encima de los ciudadanos sino para obedecer, a través del control constitucional, la voluntad de las mayorías y mire usted que de las minorías también.
En los períodos electorales, elementos de la sociedad, partidos los llamábamos aquí en Venezuela, proponen ofertas al electorado relacionadas con las necesidades y calidad de vida de los pobladores de la nación, del estado, municipio o alcaldía. Esta oferta, orientada por la demanda pública, se convierte en la letra menuda de un contrato, llamémoslo social, que se constituye cuando el que convida recibe apoyo ciudadano en forma de voto anónimo. Cómo si no, el que vende está en la obligación moral de cumplir con lo previsto. La Política vendría a ser entonces el instrumento para realizar en la práctica ese contrato que no es de arrendamiento o de alquiler, como lo entiende el clientelismo político ,que en la Quinta República, éste ditirambo, ha cobrado dimensiones inéditas y vergonzantes.
Pero populismo, clientelismo y demagogia son tres patas de una mesa inestable cuyo equilibrio es inexplicable sin una cuarta, la de la cultura política mendicante, una manera de ser que eso que llaman Socialismo, (sociolismo), ha perfeccionado hasta el extremo de repartir no importa qué con tal de recibir sí importa cuánto.
«Electodomesticación» la ha llamado alguien.
Ese mercado, el de la cultura política mendicante da para más que una guía telefónica en donde pudiera o rientarse al interesado sobre qué se regala, dónde se encuentra, cómo se mendiga, a través de quién, cómo me enchufo, qué piden a cambio, con quién me pongo en contacto, con qué les pago, a cambio de qué moneda o sumisión, para recibir cuál guilindajo.
La cultura política de los venezolanos es la típica de un país de pedigüeños en el cual, desde los más pobres hasta los más caraduras, nacionales e internacionales, se sientan o arrodillan a pedir, y obtener. Desvergonzadamente el que ofrece lo hace a manos llenas y sin ningún tapujo, porque le sobra y no tiene quién le diga basta.
¿Qué magia tendría que inventarse para cambiar esa visión sumiso-dominante que nos caracteriza y que no nos permite el honor de sentirnos ciudadanos con mayúscula
? Porque si bien es verdad que transformar al país pasa necesariamente por salir política y democráticamente de la situación actual, eso no cambia la película porque guión y elenco (pueblo-gobierno-oposición) siguen siendo los mismos de siempre. Salir del chavísmo
no es una propuesta de país .Salir de la oposición tampoco. La política no es taquilla de apuesta y cobro. ¿Cómo torcerle el cuello a esa realidad en un país petrolero? No se. ¿Quién sabe?