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A monseñor Celli y sus asociados en la tarea

Excelencias, hace exactamente un año tuve que escribir una “Carta a los ‘acompañantes’ de Unasur”.  En esa oportunidad, pensé que era necesario hacerles saber a los extranjeros que vinieron invitados por el CNE para estar presentes —nada más que para eso— durante las pasadas elecciones legislativas que tenían que estar claros entre lo que pretendía el régimen de ellos (que le dieran un toque de legitimidad al proceso electoral) y lo que en verdad aspiraba y necesitaba la ciudadanía venezolana (que hubiese observadores como los pauta la ONU: con capacidad para hacerle saber al mundo cualquier fullería que intentase el cuarteto de rojas disfrazadas de árbitros, pero que de apparatchiks no pasan).  Hoy, ustedes son los actores y el proceso aparentemente difiere de lo buscado el año pasado.  Pero, si se detienen un poco a comparar, verán que las pretensiones del régimen siguen siendo las mismas: que ustedes certifiquen que en Venezuela todo está “excesivamente normal”, como dijo alguna vez uno de los seres más repugnantes de la picaresca nacional.  Y que las demandas que les hace el grueso de la población son: que ustedes ayuden a quitarle la venda al mundo de lo que aquí sucede, que faciliten las muy legítimas reivindicaciones que se merece la nación entera y que se restituyan los derechos ciudadanos, tan abusados por los que desmandan desde Miraflores.

Lamentablemente, y al igual que el año pasado, debo advertirles, con las mismas palabras de antes, que están ustedes en muy mala compañía: “Porque ser escogidos, retratarse y andar con Ernesto Samper es, como decimos en Venezuela, una raya”.  La mera presencia de este encausado por sus relaciones indebidas con traficantes de droga significa un baldón para un grupo que debiera destacarse por su pulcritud moral y su afán de justicia.  Ese señor viene, por segunda vez, a inmiscuirse en asuntos en los cuales no se le necesita.  Si está entre ustedes es porque el régimen lo necesita, no porque a nadie le guste tenerlo cerca.

Un viejo apotegma, validado por siglos de aciertos, advierte que: “en política, lo que parece, es”.  Vale decir: que lo aparentado, así no sea verdad, se establece como cierto en los mentideros políticos.  Y a nos parece que el régimen lo que está es utilizándolos a ustedes —con todo y lo feo que suena ese gerundio.  Ellos lo que necesitan es que ustedes le den largas a la solución; mientras más corran la arruga, mejor para ellos: eso les permite tratar de mejorar la ilegitimidad que los arropa, seguir sisando del erario, y desdibujar los prontuarios que tienen levantados muchos de ellos.  ¡No se dejen!  No estaría de más que arrugaran un poco el ceño ante esas tácticas dilatorias y exigiesen celeridad —y, sobre todo, significancia— a las resoluciones que han de salir de las mesas de trabajo.  Ya medio mundo está convencido de que ustedes fueron utilizados por el régimen, que estos se aprovecharon de la buena fe que adorna a sus excelencias.  Y de que nosotros fuimos engañados vilmente; que el fulano diálogo no es sino la zanahoria atada a la punta de una vara: que la satisfacción de las necesidades siempre estará varios pasos por delante de nosotros.

Esta semana es crucial.  El seis de diciembre se cumple un año de unas elecciones que resultaron una sorpresa para todo el mundo: a pesar de las muchas pilatunas inventadas por las “vestales” del CNE, el pueblo —asqueado, disgustado, desilusionado con el régimen— le dio un amplio triunfo a la oposición.  Desde ese mismo minuto, la componenda entre los jefes de varios poderes públicos ha tratado de neutralizar a la Asamblea Legislativa, siendo uno de los poderes más legítimos (quizás el único) de los que goza la nación.  Es imposible desde el punto de vista de la lógica, del derecho y hasta de la estadística, que todas las decisiones de una de las salas del TSJ favorezcan al gobierno.  Allí se ha cometido tropelía tras tropelía.  Y ustedes ya deben saberlo.  Está en sus manos el ejercer la presión que sea necesaria para enmendar ese travestismo de una justicia que ni en el extraño mundo de Subuso sería creíble.  Si se desenreda ese inconveniente, todos los demás nudos se desharán fácil y paulatinamente.

Eso es lo que deseamos. Eso es lo que esperamos de sus excelencias…

Otrosí

Todos los diarios del mundo le dieron preminencia a la noticia de la muerte de Fidel Castro.  Cada uno con su sesgo editorial; unos lo alabaron como el líder revolucionario que necesitaba el mundo; otros, le endilgaron denuestos como un dictador, asesino y casi iniciador de la III Guerra Mundial; muchos otros solo se limitaron a reseñar el suceso.  Que era lo debido.  Pero como tituló “Notitarde” al día siguiente de saberse el fallecimiento, me parece el summum de la desviación partidista, llevada a cabo por el actual equipo redactor.  Eso de “Sean como el Che”, es un mal consejo, así haya sido Fidel quien lo haya dado.  No sería el primero.  ¿Qué es lo que le está recomendando a los lectores, que sean malos profesionales?  Porque Guevara tiene el dudoso honor de ser, junto con Josef Mengele, uno de los pocos médicos que mató más gente que la que curó.  Sin que me queda nada por dentro, hoy, cuando “Notitarde” llega a su nadir informativo, me congratulo de haber renunciado al espacio que este me concedió por siete años.

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