Impericia económica
Como economista me resulta alarmante la impericia que sobresale al evaluar las medidas económicas que se tomaron en Venezuela durante los últimos 40 años. Desde los años ochenta en Venezuela en ninguna oportunidad he leído una noticia en los periódicos que informe una medida económica acertada.
Desde el primer control de cambio, el viernes negro de 1983, no ha habido nada bien hecho desde el punto de vista de medidas económicas que estimulen el desarrollo, por parte de los funcionarios públicos que atienden estos asuntos. Además de infinita ineficiencia para ejecutar el gasto público, se agrega la toma de medidas económicas primitivas por parte de los distintos gobiernos para afectar la actividad productiva de los ciudadanos. La calidad de políticas públicas en Venezuela ha sido espantosamente desacertada y mediocre durante décadas.
Un pequeño recuento de las principales políticas económicas desde 1980 nos harán ver lo desacertados que han sido los protagonistas de esas medidas. Recordemos. Desde el Banco Central, bajo la presidencia del Dr. Herrera Campins, que ante los ingentes recursos en dólares que entraban en la economía por el alza del precio del barril de petróleo, se estimulaba a que los venezolanos compraran dólares con sus bolívares para evitar sobrecalentar la economía. Luego esa compra de dólares fue tan masiva que se produjo una hemorragia que desangraba al país, y los economistas del presidente Lusinchi, no tuvieron mejor idea que mantener un estricto control de cambio que, al ser implantado sin disciplina monetaria, dejó las reservas internacionales en el sótano y un dólar flotando en mercado paralelo 3 veces superior al oficial. A esta crisis cambiaria, los economistas de CAP II nos sometieron a una mal llamada apertura, paquete fondomonetarista, donde la devaluación se usó como gasto fiscal, hubo indisciplina monetaria de nuevo y terminó haciendo competir a la industria nacional con tasas de interés internas al 70% versus una tasa de 12% en los países con quienes hacíamos intercambio comercial. Y podemos creer que esas medidas fondomonetaristas fueron repetidas por los economistas de Caldera II. Ahora el socialismo del siglo XXI, sin economistas para diseñar medidas económicas, nos someten a la arcaica matriz insumo-producto que inspiró el modelo exsoviético, donde le aplica rigidez burocrática a la creación de productos y terminamos en un país donde no se sabe cuándo hay papel toilette en los supermercados.
La verdad es que en nuestro país se subestiman los conocimientos económicos. Muchas veces los funcionarios parecen como carniceros en una sala de operaciones donde debía haber un neurocirujano. Creo que es hora para los dirigentes políticos del país de rodearse de personas actualizadas y con experiencia a la hora de desarrollar políticas económicas. Los costos de la improvisación en materia económica son enormes. Millones de familias dejan de obtener un buen empleo, de mejorar su calidad de vida, de tener viviendas dignas, de recreacionarse y de desarrollar hijos sanos y productivos. Y los desaciertos en medidas económicas en Venezuela durante los últimos 40 años están de anteojito. Los gobiernos, deben mirar la paja en sus propios ojos, revisar sus políticas económicas, antes de culpar otros sectores de la sociedad.