El EditorialOpinión

¿La batalla perdida?

En la historia de la humanidad hubo muchas batallas perdidas que, a la larga, se convirtieron en victorias. Como ejemplo nos vienen a la mente los 220 mil soldados británicos aislados en las playas de Dunkerque, vencidos por los arrolladores ejércitos de Hitler. Pues bien, cómo lograron salvarlos y luego cómo hicieron para convencer al pueblo británico que la guerra no estaba pérdida, es una historia fascinante en la que se combinan dos Fuerzas concomitantes.

Por un lado, la población civil que puso al servicio del rescate de sus soldados todo género de embarcaciones y, lo más importante, supieron escoger a un líder, Winston Churchill, quien en vez de rendirse ante la supremacía Nazi, le ofreció a su pueblo luchar hasta la victoria con su famosa frase «Sangre, esfuerzo, sudor y lágrimas».

Viene esta remembranza a colación por el ánimo confundido y desesperanzado de muchos que ven en los resultados del diálogo un nuevo «Dunkerque», pero sin salida.

La lucha opositora contra un régimen abusivo, destructor y violador de los DDHH, es digna de encomio y una prueba palpable del deseo de la gran mayoría de los venezolanos de recuperar la democracia como forma de gobierno. Pero esa lucha es desigual, porque por un lado están las armas y por el otro, la voluntad pacífica de promover un cambio, que solo se podrá alcanzar cuando la solución pase por la vía electoral, como comenzó a ocurrir el 6 de diciembre del año pasado.

Se entiende, y hasta se comparte, la impaciencia de muchos que desean que los cambios ocurran ya, de una buena vez. Sin embargo, disentimos de aquellos que creen que solo con acciones de calle, por masivas que éstas puedan ser, se logrará destronar a un Gobierno, que si bien está debilitado, aún conserva la solidaridad de las armas para mantenerse en el poder y que, de ser necesario, podría estar más que dispuesto a usarlas.

Por eso, creemos que la vía del diálogo asistido es el camino para forzar a un gobierno reticente a buscar una salida pacífica a través de las elecciones y apegado a la Constitución nacional. Solo recuerden las elecciones que perdió el sandinismo en Nicaragua, y el pinochetismo en Chile. Pero para lograr eso se requiere un liderazgo fuerte y persistente que trabaje con ahínco en la búsqueda, a través del dialogo, de una solución definitiva a la crisis.

Si algunos británicos hubiesen creído que lo que proponía Churchill eran vapores de su fantasía y hubieran seguido buscando el Santo Grial, los alemanes habrían conquistado la isla sin mayores resistencias.

Por eso, si en vez de acusar de traidores o vendidos al liderazgo opositor, que lucha tenazmente para conseguir una salida pacífica y democrática, son apoyados en forma unitaria, el camino para el cambio se irá abriendo lenta, pero inexorablemente, porque las circunstancias locales e históricas así lo imponen.

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