De obligatoria lectura
Entiendo la inquietud, honesta y sincera, de quienes rechazan la idea de que la oposición dialogue con el gobierno. Pero hay algo que se debe entender: pese a ser mayoría y que el derecho te asista, no es verdad que la oposición tiene en la mano el referendo revocatorio, ni las regionales, ni la renuncia ni el cambio. Tiene la mayoría para luchar por ellos, pero en una batalla compleja, difícil y riesgosa que no sabe cuánto durará ni en qué terminará. Y, en condiciones como ésta, la evidencia indica que la negociación es la única manera, estable y equilibrada, de resolver el problema (aunque no sea ni la más rápida ni la más popular).
¿Por qué negociar derechos constitucionales que deben ser respetados? Quienes se hacen esta pregunta son quienes han denunciado, con razón, que el gobierno no respeta ni la Constitución ni las leyes, que abusa del poder y que coloniza instituciones. ¿No les parece que ahí mismo está la respuesta? Si el gobierno no respeta los derechos, entonces acordaremos que es una tontería pensar que el referendo se convocará sólo porque la oposición cumpla los requisitos de ley. Y entonces, ¿qué se puede hacer para que respeten ese derecho? Sólo hay dos vías: la guerra o la negociación.
La guerra exige responder varias preguntas, por razones que van más allá de quienes “exigen” por Twitter que se vaya hacia el escenario bélico, mientras leen cómodamente desde su sofá y ven la televisión. ¿Con cuáles armas y municiones se enfrentará a ese enemigo, que ya tiene las suyas y sin limitación? ¿La población está motivada para asumir, antes que las marchas, esa guerra y los inmensos sacrificios que ella encierra? ¿Cuáles son los vínculos militares con los que se cuenta para evitar que el país termine en manos de ese sector? Si no se tienen unas respuestas que nos satisfagan, entonces hay que pasar a la segunda opción: la negociación. Porque se puede (y se debe) marchar y protestar cívicamente. Es necesario y vital presionar para alcanzar cualquier solución. Pero el final exitoso de esa estrategia es lograr una negociación, pues de lo contrario sería otra vez la violencia y la opción (una vez más) de la guerra.
Esto nos lleva a otra pregunta central: ¿cómo negociar con un concentrador de poder en quién no se puede confiar? Ésa es la otra parte y es con ella con quien la oposición tendrá que verse la cara, nos guste o no. Porque si no se negocia con el contrario, ¿entonces con quién? ¿Con tus panas? Y si el argumento es “no se negocia con abusadores” fuera correcto, entonces habría sido un error que la oposición chilena negociara con Augusto Pinochet, que Violeta Chamorro negociara con Daniel Ortega y que Nelson Mandela no considerara el Apartheid, por citar apenas tres casos.
Está claro que la negociación será dura y que el gobierno intentará manipular los hechos. También que se tendrá que ceder en algunos espacios y pasar por alto algunos derechos para conseguir los objetivos. También que se violarán leyes y se cometerán injusticias, incluso si eres exitoso. Pero es preciso aclarar algo: la oposición no está entregando el Referendo Revocatorio a cambio de “temas oscuros”. Eso no sólo es una falta de respeto a los líderes que han asumido riesgos graves para buscar el cambio, sino además ignorar que incluso para negociar con éxito todavía se tienen que conquistar varias metas pendientes.
Ni ellos (ni nadie) tiene un Referendo Revocatorio para “entregar”, porque ese referendo todavía no se concreta.
Lo único que tiene la oposición es una mayoría que desea que ese Referendo Revocatorio suceda y, con ellos, la potencialidad de moverlos para presionar. Ahora bien: si cruzan la frontera de la violencia durante esas acciones de presión, entonces estarán moviéndose hacia el tablero del adversario.
Hoy la capacidad de movilización es oro en polvo para presionar una negociación exitosa. De lo contrario ni te mirarían. La oposición tiene que mantener a su gente en la calle pacíficamente, mantener sus relaciones internacionales y consolidar la unión del país que quiere cambio. Sólo entonces esa negociación podría darse. Y una vez que se abra esa compuerta, difícilmente se cerrará. Ése es el triunfo que se puede obtener. Y no sabemos si será ahora o mañana… pero, si lo hacen bien, será.»