El retorno de la Historia
(%=Image(5118467,»L»)%) Hace más o menos diez años, con el fin de la Guerra Fría, la caída del Imperio Soviético y el derrumbe de
la utopía comunista (aunque algunos en América Latina todavía no se han enterado), se terminó el siglo XX
y entramos en una década de transición. Una década caracterizada por un ingenuo optimismo, la democracia y la economía de mercado habían demostrado su superioridad y era sólo cuestión de tiempo para que todos los países del mundo se encaminaran por el camino de la razón y el progreso. Había llegado el fin de la Historia. Las relaciones internacionales se reducirían, básicamente, a resolver los problemas económicos y comerciales. En el mundo desarrollado, había llegado la “nueva economía” de la bonanza sin fin. La sociedad occidental impregnada por un consumismo materialista y hedonista hizo del placer el elemento directivo de la entera experiencia humana, se trataba de una verdadera ”Cornucopia Permisiva” , como acertadamente la define Zbigniew Brezezinski, en su obra “Out of Control”.
El 11 de septiembre del 2001 inicia el siglo XXI, el sueño terminó en pesadilla, la Historia ha resurgido y es horrible. Los Estados Unidos, el gran vencedor de la Guerra Fría, perdió su “virginidad” y se despierta en otro mundo, que no es nuevo, es tan viejo como la humanidad, “corsi e ricorsi della Storia” decía el gran Gian Battista Vico. Efectivamente, estamos en un nuevo ciclo, pero en todos los ciclos hay un relativo retorno del pasado. Retorna la Política (con P mayúscula) internacional, apabullada, en la década pasada, por la economía y el comercio. Vuelve la prioridad de los temas de seguridad e inteligencia. Los agentes 007 recuperarán la perdida “licencia para matar” y la CIA dejará de ser “el malo de la película”. El reto, para la sociedad occidental y la norteamericana, en particular, es cómo aumentar la seguridad sin reducir excesivamente las libertades, que caracterizan una “sociedad abierta”.
En la guerra contra el terrorismo globalizado, los Estados Unidos y el resto del mundo civilizado se necesitan mutuamente. El soberbio e infantil unilateralismo de muchos norteamericanos se hundió en las ruinas del World Trade Center. En el mundo civilizado incluyo, obviamente, al mundo islámico, aliado fundamental en la lucha contra el fundamentalismo islamista, verdadera herejía del Islam. Por eso, la “nueva guerra” contra el terrorismo indiscriminado debe ser discriminada. Los gobernantes, los teólogos y los doctores de la ley del Islam mayoritario y moderado deben iniciar una valiente, pero necesaria, campaña ideológica para desenmascarar esta herejía irracional y salvaje, que daña enormemente al Islam, favoreciendo las condiciones para que se autorealice la apocalíptica “Guerra de las Civilizaciones”, profetizada por Samuel Huntington. Los terroristas islamistas fanatizados deben enterarse, a tiempo, que no son mártires en camino al paraíso, sino suicidas y asesinos masivos, destinados a las peores pailas del infierno.