Encrucijada
No quisiera estar en los zapatos de los gobernantes de las potencias
mundiales, ni de los directivos de la OTAN. Tampoco en los de los ciudadanos
pakistaníes, afghanos, iraníes, ni de ninguna de las naciones árabes. Todos
están parados frente a una encrucijada, tratando de dilucidar qué camino
tomar, a sabiendas que todas las sendas son escarpadas. Todos, en mayor o
menor medida saben que están en una situación en la que es improbable, si no
imposible, salir ileso. Pareciera no haber manera de convertir esta
circunstancia en ganadora. Tampoco quisiera estar en los zapatos de ser un
habitante de este planeta, y sin embargo lo soy, y por ende, son también mis
zapatos. Estamos, repito, estamos entre la espada y la pared. ¿Cómo elegir
el menor de los males en un momento cuando no pareciera haber sino mal
mayor?
Me doy cuenta que es fácil hablar de pacifismo cuando no se es dueño del
arma, cuando no se tiene el comando de un botón, cuando lo que se tiene es
palabras y deseos. Lo difícil es tener el poder, y decidir no usarlo. Es
fácil ser fiel a la pareja cuando no hay otra persoan que llame nuestra
atención. Complicado es ser fiel a pesar de la existencia de un tercero que
nos enreda la sentimientos.
Incluso a riesgo de ser acusada de «piti-yanqui», voy a aplaudir al gobierno
estadounidense. Reconozco que estoy sorpendida del tino, la prudencia y la
ponderación que ha demostrado hasta este momento que escribo estas líneas.
Ha controlado la rabia, la ira, el dolor. No ha activado el mecanismo que
dispara misiles, a pesar que estoy segura que ha sentido deseos de hacerlo.
Visto está que apelan a la sabiduría, y no se dejan llevar por el descontrol
que produce la emocionalidad.
Los pakistaníes caminan sobre la cuerda floja. Tienen mucho que perder. Los
afghanos, pueblo pisoteado por un gobierno que no los representa, pueden ser
las próximas víctimas inocentes. Hablamos de una gente que de tanto y tanto
perder, ya no tiene ni un poquito de energía almacenada para decidir
enfrentrarse a la tiranía talibán.
Los países árabes están también en alerta. Sabemos que hay entre ellos
viejas rencillas y fuertes diferencias de opinión. Es un error pensar que el
mundo árabe es una suerte de abalorio de clonificadas naciones. De hecho,
hay más diferencias entre esas naciones y sus pobladores que entre las que
puedan exsitir entre los latinoamericanos, que ya es mucho recitar. Sabemos
por experiencia en pellejo propio que hablar el mismo idioma o profesar la
misma fe no es signo de similitud. Así, no caigamos en la equivocación crasa
de generalizar, que esto es una pueba de que no todo lo que parece igual es
lo mismo.
Palestinos e israelés acuerdan un alto al fuego. Deciden callar y caminar
de puntillas. Eso da una idea de lo densa que está la atmósfera.
Varias propuestas hay sobre la mesa de negociaciones. Negociar significa que
cada quien cede para poder ganar, o perder lo menos posible. No es cuestión
de retaliaciones o revanchas. La reivindicación no está en matar igual o
mayor cantidad de gente. Eso sólo produciría alivio transitorio, consuelo
fugaz. Todos los estudios psicológicos realizados a deudos de víctimas de
asesinatos cuyos homicidas fueron ajusticiados, revelan a la postre que el
dolor del corazón no desapareció con el cobro de la sangre. No es cuestión
de elevar la espada del vengador. Eso es sólo droga para calmar el dolor
transitoriamente. Es cuestión sí de justicia, de hallar y castigar a los
culpables, y evitar que se repitan genocidios. Es importante entender que si
el terrorismo queda impune, habrá triunfado la maldad y la vileza, y cada
genocida suelto en cualquier parte del mundo se sentirá en plena libertad de
cometer sus atroces delitos. Y no me refiero al medio oriente o a patio
gringo; me refiero a que la tierra entera – aquí, allá o más allá – se
convertirá en territorio terrorista, donde ellos mandarán a su antojo y se
tornarán en dueños y señores de nuestros destinos. No alcanzo a imaginar un
mundo peor.
Sigo sin entender la ambivalencia del gobierno venezolano. Seguir pensando
en un viaje presidencial a Libia, seguir sin entregar al terrorista
Ballestas, no es tan sólo inexplicable, que al absurdo ya nos tiene más que
acostumbrados este régimen. Ya esto es peligrosa torpeza. Que cuando nos
habíamos aprendido todas las respuestas, siguen cambiándonos las preguntas.