Los mataron por ser periodistas. ¿Quién paga?
“El deber de un periodista es informar, informar de manera que ayude a la humanidad y no fomentando el odio o la arrogancia”.
Ryszard Kapuscinski a El País
Llámenlos impertinentes, entrometidos, fastidiosos… como quieran, pero a los buenos periodistas les resulta difícil –por no decir imposible– hacerse de la vista gorda cuando perciben un hecho noticioso que puede cambiar la vida de una sociedad con el simple hecho de ser informado. Se trata de profesionales que, en la mayoría de los casos, terminan convirtiéndose en héroes de multitudes, pero enemigos de pocos. Bien dicen que nadie es monedita de oro para caerle bien a todo el mundo. Lo triste es cuando el nivel de intolerancia de esos pocos los lleva al punto de amordazar a estos llamados “entrometidos”.
Ghislaine Dupont y Claude Verlon son dos nombres que pudieran no sonar familiares, pero es en homenaje a estos individuos que existe el Día Internacional para poner fin a la impunidad de los crímenes contra periodistas. Es que hace tres años se convirtieron en víctimas de ese sectarismo que nubla la mente de algunos. Fueron asesinados por ejercer su oficio. Lo peor del caso: nadie ha pagado por el homicidio.
La firma de la sentencia
A pocos días de decirle “adiós” a esta vida, Dupont y Verlon fueron enviados por Radio Francia Internacional (RFI) a Malí para realizar una serie de reportajes sobre las elecciones legislativas de esa nación africana. ¿Quién se iba a imaginar que aceptar ese trabajo simbolizaría la firma de su sentencia de muerte?
Es que estos dos tenían razones de sobre para ser los escogidos en tan importante misión: Dupont, por ejemplo, era una experta en el tema africano, pues vivió buena parte de su infancia en ese continente y durante sus años de ejercicio periodístico se especializó en todos los asuntos que afectaban a los países de ese lado del mundo.
Por su parte, Verlon, aunque no era periodista, se caracterizó por ser un experimentado técnico de sonido. Su pasión por las zonas de conflicto lo convirtió en un enamorado de África. Esta, de hecho, era su segunda misión en Malí. No cabía duda de que ellos, en definitiva, eran los profesionales indicados para hacer esta investigación.
Como parte de su proceso de recabar datos, el 2 de noviembre de 2013 se fueron a la ciudad de Kidal (ubicada al norte de la capital) para entrevistar a Ambeiry AG Ghissa, líder del Movimiento Nacional para la Liberación del Azawad (MNLA). Cuatro hombres armados los esperaban al salir del encuentro. Los secuestraron y los llevaron en una camioneta a las afueras del poblado. Una hora aparecieron sus cuerpos en pleno desierto, a 12 kilómetros de Kidal. Estaban a algunos metros del vehículo, que los agresores dejaron abandonado.
Los asesinaron “a sangre fría”, informó el entonces ministro francés de Asuntos Exteriores, Laurent Fabius, al portal español El Mundo. “Uno recibió dos tiros, el otro tres”.
Muchas preguntas, ni una respuesta
Apenas ocurrió la tragedia, se abrieron dos investigaciones, una en Malí y otra en Francia. Pero a estas alturas, ninguna de las dos ha esclarecido datos clave, como la identidad de los asesinos, ni la de los que ordenaron el doble asesinato, ni tampoco las circunstancias exactas en las que murieron los reporteros.
En lo que respecta a Malí, la investigación parece encontrarse en un punto muerto. Del lado francés, hay un tema de falta de medios y sobre todo de lentitud administrativa y judicial. Marc Trédivic, el juez que inicialmente estaba encargado de instruir el caso, un magistrado afamado por la lucha antiterrorista, dejó el cargo en 2015 porque la ley francesa impide que los jueces especializados permanezcan en el mismo puesto más de diez años.
La principal barrera en esta búsqueda de la verdad es el secreto de defensa. Trédivic había pedido oficialmente una demanda para levantar ese secreto de defensa. Aunque el presidente de esa República, François Hollande, prometió en persona la desclasificación de los documentos a finales de julio de 2015, a estas alturas no se ha logrado nada.
El caso es que Ghislaine Dupont y Claude Verlon forman parte de los 827 periodistas que han asesinado en los últimos años, según recuerda la Unesco. Se trata de crímenes que, en la mayoría de los casos, permanecen en la más absoluta impunidad.
“Luchar contra la impunidad es esencial porque más de 90% de los crímenes cometidos contra los periodistas nunca son elucidados”, subrayó a RFI Christophe Deloire, secretario general de la organización no gubernamental Reporteros Sin Fronteras. Deloire agregó que ese despotismo es “una incitación para los que cometen estos actos”.
Por su parte, la página web de la Unesco subraya que “la impunidad conduce a más violencia, y se establece así un círculo vicioso”. Es por ello que el 18 de diciembre de 2013, esta institución internacional decretó el 2 de noviembre como el Día Internacional para poner fin a la impunidad de los crímenes contra periodistas.
Por eso, aunque todavía no hay respuestas al asesinato de los franceses que protagonizan esta historia, la conmemoración de sus muertes ha ayudado a establecer medidas para que los Estados miembros de la ONU prevengan cualquier agresión contra algún empleado de un medio de comunicación y aseguren que los responsables sean llevados ante la justicia.
Es que, como dice Irina Bokova, directora general de la Unesco: “La impunidad engendra impunidad. Es una injusticia generalizada”.