Siria niega todas las acusaciones sobre sus tácticas de guerra ante la ONU
El Gobierno de Siria negó hoy que esté empleando armamento químico o bombas de racimo en el conflicto sirio, o que reclute a menores y mantenga como rehenes a los civiles en áreas asediadas.
Ante las duras acusaciones vertidas en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, el representante permanente de Siria ante la ONU en Ginebra, Hussam Edin Aala, dijo que el régimen del presidente sirio, Bachar Al Asad, «no tiene bombas de racimo y en su guerra contra el terrorismo utiliza armas convencionales que son empleadas por todas las fuerzas regulares en el mundo».
Damasco ha entregado y destruido su arsenal químico «en tiempo récord», dijo el embajador sirio, quien afirmó que los que emplean este tipo de armas «son los grupos terroristas», que las almacenan y utilizan en varias regiones.
Igualmente aseguró que el régimen de Al Asad «no combate a civiles y no utiliza como blanco áreas civiles», sino que coopera con la ONU en planes mensuales para suministrarles ayuda.
Aala subrayó que su gobierno y las fuerzas armadas sirias hacen frente a grupos terroristas «apoyados y financiados por algunos de los países representados aquí y que nos dan lecciones sobre el respeto a los derechos humanos».
El representante sirio, que rechazó «aceptar dobles raseros» morales, culpó del deterioro de los derechos humanos en su país tanto a los grupos terroristas Estado Islámico (EI) y Frente de la Conquista del Levante (antiguo Frente al Nusra, en su tiempo vinculado a Al Qaeda), como a la «intervención extranjera».
En ese sentido se extendió en mencionar a la coalición internacional liderada por Estados Unidos; a Israel, por la ocupación de los Altos del Golán desde 1967, y a las sanciones económicas de EEUU y de la Unión Europea (UE) contra personas y entidades afines al régimen de Damasco.
«El bloqueo político y económico (…) está basado en una agenda política» y «ha empeorado el alcance de la crisis y ha impedido todos los intentos de los sirios de dialogar lejos de la «intervención extranjera», enfatizó.
El embajador sirio recalcó que su gobierno «no impone asedios y no utiliza el hambre como táctica de guerra», como aseguraron los representantes de Israel y del Reino Unido.
Israel fue, junto con Reino Unido, EEUU y Turquía, especialmente duro con Siria, al afirmar que el Ejecutivo de Al Asad «gasea a su propia gente, emplea bombas de racimo, asesina a detenidos y usa el asedio y el hambre como táctica de guerra».
El representante británico indicó que «las acciones del despiadado régimen, que hace la guerra contra sus propios ciudadanos, emplea artillería, bombas de racimo y armas químicas, asesina y destruye escuelas y hospitales, comete detenciones arbitrarias, además de utilizar cobardemente el hambre como táctica de guerra, no frena al terrorismo, sino que lo alienta».
EE.UU, que se expresó en el mismo sentido, recomendó al régimen de Damasco «cesar inmediatamente la violencia y entablar de buena fe negociaciones acerca de una solución política».
Por su parte, Irán, estrecho aliado del régimen de Al Asad, le instó a «continuar la lucha contra el terrorismo, a fin de restaurar la seguridad y crear las condiciones que permitan el retorno de las personas desplazadas».
Irak, por su parte, apoyó los esfuerzos de Siria por combatir el terrorismo y animó al régimen de Al Asad a facilitar una solución política entre todos los sirios.
Turquía instó por su parte al Gobierno de Al Asad a «respetar la vida y dejar de asesinar a los propios sirios».
Entre los más benevolentes con Siria figuró Rusia (otro de los más estrechos aliados de Al Asad), cuyo embajador destacó la dificultad de dar consejos sobre derechos humanos a un país que hace frente a «una amenaza terrorista sin precedentes», aunque pidió a Damasco que respete todas sus obligaciones internacionales.
