Aumentar la presión
Sí, es positivo para el país y para la causa de la reconstrucción de la democracia, que se le esté aumentando la presión a la hegemonía roja. Eso es lo que quiere la gran mayoría de venezolanos, que aprecia con esperanza la posibilidad de un cambio sustancial, que, al menos, empiece a sacar a la nación del foso.
Pero el aumento de la presión tiene que tener un objetivo definido: la superación de la hegemonía, empezando por el desgobierno de Maduro, y que los venezolanos voten para abrir una nueva etapa de la trayectoria nacional. Si ese no es el objetivo, entonces el aumento de la presión política puede llegar a ser no sólo ineficaz sino hasta contraproducente.
El supuesto y hasta el presente brumoso diálogo, convalidado por el Vaticano –craso error–, parece ir en la dirección de bajar la presión. Es decir, se trataría de un emprendimiento negativo para la causa de la democracia venezolana. No es cuestión de caerle a pedradas, pero sí de observarlo con suma cautela y desconfianza. Los errores que están envueltos en buena voluntad, me refiero a la participación vaticana, a veces producen consecuencias más dañinas que la negligencia o la malicia.
El aumento creciente de la presión para el cambio debe sustentarse en el consenso y la unidad de la plataforma opositora. A veces hay signos de discordia, y otras de armonía. Lo segundo tiene que prevalecer sobre lo primero, para que la presión genere resultados. Se sabe bien que hay muchos intereses en pugna y que la intoxicación de las apetencias no está ausente. Pero el esfuerzo bien vale la pena. Es la hora del país, no de sus parcialidades específicas.
La respuesta de Ramos Allup a Padrino López va en la dirección correcta de aumentar la presión, el que la calle se esté calentando, también. La multiplicación de protestas socio-políticas es conveniente y justa. La firmeza de las posiciones de la Mud debe quedar establecida sin ninguna duda. La disposición del conjunto de los venezolanos se está haciendo cada vez más patente y tiene que encontrar una conducción acertada en la representación política.
Los hermanos Castro Ruz, expertos en las malas artes de la manipulación, estarán buscando mecanismos de “descompresión”, de eso que sospechosamente se llama “normalización”. Hay que estar prevenidos de esas maniobras, que quizá se puedan presentar con guantes de seda. Para que en Venezuela se respete y se acate la voluntad del pueblo, es necesario que éste se pronuncie con toda la energía y la amplitud de opciones que consagra la Constitución formalmente vigente.
Lo que está en juego es mucho más que el dominio del poder. Es la propia supervivencia de Venezuela como nación viable e independiente. La profunda y extensa crisis humanitaria que padece, exige respuestas del más definido compromiso. Aumentar la presión es el camino para que haya una salida constructiva.