Suspender el revocatorio fue un error
Nicolás Maduro y los grupos que lo rodean actúan convencidos de que la línea correcta para sofocar la crisis nacional consiste en ignorar la gravedad de los problemas y desconocer los derechos establecidos en la Constitución. Han ganado terreno los sectores más radicales y los más rabiosos enemigos de la democracia.
En primer plano se encuentra la decisión de suspender el referendo revocatorio (RR) valiéndose de una fórmula grotesca: el dictamen de unos tribunales penales de provincia sin competencias en materia electoral, a pesar de que el Consejo Nacional Electoral ya había validado las mismas firmas posteriormente desconocidas por esas instancias judiciales. La convocatoria de la Asamblea Nacional para discutir la suspensión del RR el domingo 23 de octubre fue respondida con el asalto al Hemiciclo del Parlamento por un grupo de facinerosos dirigidos por Jorge Rodríguez.
Vladimir Padrino López, Ministro de la Defensa, no tuvo una idea más genial que vestirse con uniforme de campaña y rodearse de todo el Alto Mando, trajeado con el mismo atuendo de guerra, para intimidar a los diputados que le habían exigido a las Fuerzas Armadas cumplir y hacer cumplir la Carta Magna. En su discurso a la nación eludió tocar el tema de la invasión al recinto de la AN, a pesar de que le concernía directamente porque a la Guardia Nacional le corresponde resguardar las instalaciones del Parlamento y proteger la integridad física de los parlamentarios.
El bochornoso discurso del general Padrino provocó una categórica intervención de Henri Ramos Allup, en su condición de presidente de la Asamblea, dirigida a desenmascarar el compromiso político del oficial con el régimen y reafirmar la autoridad de la AN, electa por el voto popular, frente a las amenazas del poder de las armas.
La otra línea adoptada por Maduro es el desconocimiento del profundo abismo en el que vive la nación. El miércoles 26 de octubre, cuando oficialmente debía comenzar la recolección de la firmas, el país se movilizó para protestar contra la arbitrariedad. Numerosos comercios cerraron. La gente salió a manifestar su descontento. El Presidente intentó ocultar la gigantesca protesta señalando que todo estaba “normal”. Mentira, nada está normal. Venezuela se encuentra descoyuntada y erizada. Estamos caminando por un campo minado. Negarlo sólo contribuye a agravar las dificultades.
Frente a la escalada autoritaria del gobierno la respuesta de la la mayoría democrática ha sido la participación multitudinaria en los actos convocados por la MUD. La autopista Francisco Fajardo, convertida por el régimen en una muralla inexpugnable, fue recuperada por la oposición como espacio para la protesta masiva. La camarilla que gobierna sólo podrá mantenerse en el poder acentuando la represión, el hostigamiento y la persecución de los opositores. Los niveles actuales de acoso han sido metabolizados por los partidos y grupos de la alternativa democrática. La oposición no retrocede, sino que se fortalece. El chantaje no actúa como factor disuasivo, sino como un catalizador que propicia más altos niveles de confrontación. Ahora vendrán paros temporales y nuevas marchas pacíficas.
Los radicales del chavismo tendrán que entender que los ataques contra los dirigentes democráticos y las luces de bengala que lanzan para tratar de ocultar o desvirtuar la realidad, se estrellarán contra la dirección de la MUD y la voluntad popular.
La mejor demostración de que plantearse el RR fue una estrategia adecuada, y que desmontarlo, como lo hizo el gobierno, fue una medida desesperada, podemos verla en las enormes marchas y protestas populares que hubo en diferentes ciudades del país el 26 de octubre. El enfrentamiento continuará hasta que aparezca una solución a la crisis nacional.
El Gobierno puede propiciar un diálogo en el que proponga opciones factibles. Una es restablecer el RR. Otra, adelantar las elecciones generales, Presidente de la República y diputados, tal como señala Primero Justicia. Una adicional, la renuncia concertada de Nicolás Maduro para la formación de un Gobierno de unidad nacional que proponga un calendario electoral.
Un diálogo que preserve de antemano la permanencia de Maduro en el poder luce improbable de aceptar. Su deterioro es excesivo. Este es uno de los problemas que acarrea un período presidencial de seis años. Ante el Gobierno aparecen varias alternativas. La peor que puede escoger es la represión, que lo llevará directo al fracaso.
@trinomarquezc