Opinión Internacional

Las negociaciones de paz en Colombia

En un artículo anterior sobre el Plan Colombia, afirmé que la pacificación de Colombia pasa “sine qua non” por el fortalecimiento de la posición militar de su Gobierno. Sin embargo, tampoco habrá paz en Colombia si los sectores dirigentes de ese país no acaban de entender que se requieren profundas reformas socioeconómicas (reforma agraria, reforma fiscal, etc) y políticas, que logren integrar aquellos sectores del pueblo colombiano, que han sido tradicionalmente excluidos y marginados de los beneficios de los sistemas económico y político. Es conveniente mencionar que, mientras en 1911, el 20% más rico del país tenía un ingreso 11 veces superior al ingreso del 20% más pobre, en 1997, el ingreso del 20% más rico era 74 veces superior. En Colombia, desde hace décadas, sólo más o menos el 50% del electorado, participa en las elecciones.

En todas las negociaciones “complejas”, que podríamos definir como las negociaciones que involucran los intereses de numerosos actores sociales relevantes, existen dos “mesas de negociación”: la “oficial” y la “oficiosa”. La primera es la mesa donde se sientan los negociadores de las partes: el gobierno y la guerrilla. En la segunda, cada parte debe negociar con los grupos organizados, interesados en el resultado de la negociación “oficial”. Un acuerdo en la primera mesa será políticamente viable sólo si es aprobado en la segunda. En Guatemala y en El Salvador, la participación intensa y continua del “Grupo de Países Amigos” en las negociaciones, ayudó enormemente al proceso, contribuyendo a convencer los grupos más radicales de ambos bandos del espectro político a aceptar los acuerdos logrados en la mesa de negociación, entre el gobierno y la guerrilla. La integración de un verdadero e institucionalizado “Grupo de Países Amigos” ( que no tiene nada que ver con el actual ” invertebrado” y disfuncional Grupo de Contacto), siguiendo el ejemplo centroamericano, sería una útil sugerencia. En la experiencia guatemalteca también fue muy positiva la participación, desde antes del cese al fuego, de MINUGUA, la misión de la ONU, con alrededor de más de mil funcionarios en todo el país, sirvió de arbitro y verificador imparcial de los acuerdos, que se iban firmando en la mesa de negociaciones, particularmente los referidos a la “regularización de la guerra” y al respeto de los derechos humanos de la población no combatiente. Considero que una misión similar podría ser otra sugerencia efectiva.

Todos los grupos involucrados en el conflicto armado interno en Colombia, incluyendo los paramilitares, pueden llegar a la conclusión que la paz es preferible a la continuación de la guerra, salvo el narcotráfico, que se desarrolla y prospera en el caos y la anarquía de una guerra civil. El interés del narcotráfico es convertir a Colombia en un verdadero Estado fracasado, como la mal llamada República Democrática del Congo. La desintegración de Colombia en un verdadero Estado fracasado, constituye el escenario catastrófico para los países vecinos. Venezuela haga lo que haga, es y será afectada por la situación colombiana. Por tanto, considero evidente que debemos participar activamente en la venidera reestructuración del Plan Colombia en un plan regional (Plan Andino ? Plan América ?) para poder así defender nuestros intereses y reducir las inevitables amenazas, con el apoyo de la comunidad internacional y en el marco de un esfuerzo conjunto.

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