La obra de Cervantes con el tiempo se hace mejor
«Con el andar el tiempo», nos dice Cervantes que se «mudan las cosas». Pero también que «se perfeccionan las artes».
«Los tiempos mudan las cosas y perfeccionan las artes». Las artes se perfeccionan como tales. Pero las obras de arte o de las artes, una vez hechas, no se nos dice que se puedan perfeccionar por sí mismas. Ni tampoco mudarse o cambiarse como las cosas.
Las cosas se mudan con el tiempo. Y las artes de hacer o de inventar se perfeccionan. Pero las obras de esas artes ¿serán por sí mismas inmutables, imperfectibles, inmortales?
Con el andar del tiempo lo que se muda y cambia es el lector o espectador de aquella obra artística hecha o realizada. Se muda, cambia, aquél que la verifica, de un tiempo en otro. El lector de Cervantes hoy será muy diferente de otro de hace cincuenta años o un siglo. Muy diferente sobre todo del contemporáneo de Cervantes. Lo que sí seguiría y seguirá siendo el mismo, al parecer, es el Quijote, si materialmente no se destruyen sus libros impresos. Digo al parecer ¿Pues estamos seguros que con el «andar del tiempo» no ha cambiado el Quijote mismo? Cito al Quijote porque, en general, es un libro muy poco leído por los españoles. Mucho menos leído, cuantitativamente, hoy, de seguro, que durante el siglo en que se escribió y publicó. Preguntad si no a cualquier español de mediana edad y de cualquier clase, si lo ha leído. Si la respuesta que os da es sincera será un rotundo no. La disculpa: falta de tiempo. Anotemos bien esta falta. Porque para leerlo, hace falta, efectivamente tiempo. Pero ahondemos más la pesquisa: si no se lee a Cervantes es porque no se tiene gusto, tiempo gustoso, para hacerlo. En una palabra, porque no se sabe leer. Porque no se sabe a lo que sabe. Por ignorancia y desconocimiento de su lenguaje español mismo.
Eso de que se habla la lengua de Cervantes por los españoles es una de las mayores idioteces que se puede oír. El español que se habla hoy tiene muy poco o nada del lenguaje cervantino. La lectura de Cervantes -como la de cualquier otro clásico de España- se hace muy difícil, cada vez más difícil, para la mayoría de los españoles. No se entiende a Cervantes cuando no se sabe leer su prosa como su verso: cuando no se les sabe leer.
Mas preguntábamos, ¿con el andar del tiempo, cambia, varía, se muda o transforma la obra de arte? ¿O serán su recreadores quienes la transforman o cambian a recrearla en otro tiempo del que fue el suyo? ¿Pues cuál es el tiempo de la obra misma? Porque nos parece que la «obra de arte» se hace con el tiempo cuando es como el Quijote obra viva. La «obra de arte» hecha de una vez para siempre, si por esto se entiende algo inmutable, inalterable en su inmortalidad o perduración. Con el tiempo se hace, se va haciendo mejor. Y esto, o por esto, es por lo que nos exige su conquista; el esfuerzo vivo, temporal que necesitamos para hacerla alcanzar. Difícil, muy difícil, cada vez más difícil, es leer a Cervantes, a Lope, a Fray Luis, a Góngora, a Quevedo… Porque «con el andar del tiempo» se va alejando de nuestro paso si éste no se pone a su debido tiempo y compás.
Todo panorama de cultura se nos ilumina de repente cuando le aplicamos la frase de Goethe, repetida por Malraux, de que una cultura, un lenguaje vivo, espiritual, de cultura, no se transmite pasivamente como una herencia, sino que tenemos que esforzarnos por apropiárnoslo; que tenemos que conquistarlo. «Que una cultura no se hereda, se conquista». Como el tiempo mismo.
Francisco Arias Solis
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