Conversando con el alacrán
La misma cosa que en tiempos del fallecido. El gobierno revolucionario de los Castro en Venezuela no varía sus estrategias independientemente de que las situaciones que se producen sean muy parecidas a las que han atravesado en otros tiempos. Y eso es lo peor. No es que el gobierno haya atravesado momentos difíciles. Es que lo ha sufrido todo el país. Oficialistas u oposicionistas.
Nadie se escapa de la mano peluda de los hermanos criminales del Caribe.
La ecuación de los Castro, la que venía utilizando el ausente durante sus 14 años en el poder, heredada por su ficha designada a dedo, es más o menos así. Socialismo-problemas-capitalismo. ¿Qué significa eso? Pues más o menos lo mismo que se infiere de la extraña relación de este comunismo ramplón con Estados Unidos.
Socialismo: odian al imperio, lo culpan de todos los males, esperan una guerra en cualquier momento, ejecutan políticas contra empresarios y libre mercado, se comportan como dictaduras.
Problemas: quiebran, destruyen las economías, botan todo el dinero que cae en sus manos, hacen huir a los inversionistas, persiguen a la oposición, construyen un país inviable y cada vez más invivible.
Capitalismo: llaman a los empresarios, buscan mejorar relaciones con sus adversarios, se acercan a la oposición, invitan a los inversionistas a que los ayuden a superar tiempos difíciles. Buscan préstamos ante organismos multilaterales como si se tratara de una economía abierta y capitalista, intentan superar su propia quiebra comunista con fórmulas capitalistas. Son capaces de devaluar, crear impuestos, cobrarle las casas que habían regalado a los pobres e imprimir dinero inorgánico. Lo que sea.
No hay escrúpulos. Esta formulita la utilizó el finado varias veces. En las peores crisis que sus mismas políticas provocaron supo salir de ellas a punta de capitalismo. Devaluó, creó e inventó impuestos, hizo mesas de trabajo con los empresarios, llamó a los gobernadores de oposición, hizo las paces con los medios o le jaló mecate al imperio. Pero siempre ocurre lo mismo y por eso todo el mundo sabe en qué terminará la actual coyuntura que maneja Maduro. En más fracasos.
Cuando Maduro llama a todos los sectores del país para que trabajen con sus modales y prácticas comunistas, especialmente a los empresarios e inversionistas, no hay forma de que eso avance, pues ya se sabe que es pragmatismo descarnado.
La ecuación otra vez. Ayúdenme a salir del paquete que nosotros, los castristas, somos irreductibles, después seguiremos con la revolución, pero ahora sáquenos del paquete. Una vez y fuera del peligro coyuntural, patada por esos traseros otra vez, insultos, confiscaciones y toda la lista de desgracias cubanas que ya Venezuela conoce suficientemente.
Aquí lo que sale es un cambio radical de políticas. No mesitas de supuesto entendimiento cuando lo que de verdad busca el oficialismo es tiempo para aniquilar a lo que ellos consideran sus enemigos históricos: la libre empresa, la clase media.
Lo demás es pose. Ya lo hizo el fallecido muchas veces. Retrocedía, engañaba, se estabilizan el país, y volvía con su castrismo dictatorial. Pero, además, esta vez es distinto. La revolución que hereda Maduro mientras tanto, está absolutamente quebrada. No hay plata para el mareo efectivo. Si acaso podrán engañar a la gente y a los protagonistas más afectados, pero no por mucho tiempo.
Cuando Jaua en pleno ataque de desesperación le dice a Mendoza que trabaje sus empresas a pérdida, más allá de tamaña irresponsabilidad que ya cometió su familia revolucionaria en Cemex, solo por mencionar una, no hace otra cosa que pedir auxilio a su estilo, con soberbia y sin dar el brazo a torcer. Pero no esconde la intención final: cuando podamos los dinamitamos. Como el cuento del alacrán.
Eso es. Sin duda.
@ejrl