¿Qué tiene que ver Hungría con Colombia?
Si uno quisiera mencionar dos países diferentes en su historia, en sus tradiciones, en su cultura, no podría quizás encontrar dos más distintos que Hungría y Colombia. En nada se parecen. En nada, salvo en tres puntos. El primero: el día 2 de Septiembre de 2016 los gobiernos de ambos países convocaron a un plebiscito. El segundo: en los dos plebiscitos los respectivos gobiernos fueron derrotados. El tercero: en los dos países la abstención superó al 50%.
En Colombia, el gobierno perdió como consecuencia de la abstención. En Hungría perdió, en cambio, frente a la abstención (De acuerdo a la constitución húngara, si no participa más del 50% del electorado, un plebiscito debe ser anulado). El mismo Viktor Orbán fijó la meta. Escribió en el diario de gobierno: “El referéndum decidirá cuán fuerte será el país en sus luchas de intereses. Un referéndum fuerte, significa una Hungría fuerte. Un referéndum débil, una Hungría débil”.
Una “Hungría fuerte” significaba “un Orbán fuerte”. Esa fue precisamente la razón por la cual la oposición húngara llamó a no votar. Por lo mismo, la abstención de los húngaros no fue en sentido estricto, abstención. Y si lo fue, fue una abstención militante.
La verdad es que Orbán no logró engañar a la ciudadanía a pesar de que gastó más de 400 millones de dólares para financiar una campaña racista a la que se unió el partido nazi húngaro Jobbick. Todos los días eran mostrados filmes con hileras de emigrantes islámicos avanzando hacia Budapest. Afiches y panfletos presentaban a los musulmanes como sádicos, ladrones y violadores. Orbán, a su vez, aparecía como defensor de un cristianismo amenazado por el Islam. De más está decir que nunca se cansó de atacar a Angela Merkel declarándola culpable de la “decadencia de Occidente”. Y pese a todo, los ciudadanos demostraron más seriedad que su exaltado presidente.
Hungría es uno de los países menos “amenazados” por la oleada migratoria. Si Hungría cumple con las resoluciones de la UE, el porcentaje de emigración será insignificante comparado con el que corresponderá a otros países. En todo caso mucho menos que la enorme cantidad de húngaros obligados a emigrar como consecuencia de la política económica del gobierno. Así argumentó el presidente del Partido Socialista, Gyula Molnár. Por lo demás, la enorme mayoría de los emigrantes no mira a Hungría como país de destino, sino como país de tránsito. Una encuesta reveló que entre las tres primeras opciones migratorias, ningún emigrante escribía el nombre de Hungría.
¿Qué pretendía entonces lograr Orbán con el plebiscito? Antes que nada, continuar la campaña anti-UE iniciada por el Brexit. Después, abandonar la UE como líder de una tríada a la que a Hungría se sumarían Polonia y la República Checa. Y, no por último, formar un eje anti-democrático junto a la Rusia de Putin. Dichos proyectos serán definitivamente realizados si Marine Le Pen alcanza el poder en Francia. Pues bien, para ese proyecto necesitaba Orbán desatar una épica anti- UE en su propio país bajo el lema: “o Budapest o Bruselas”. La ocasión magna iba a ser el plebiscito del 2-D. Sin embargo, los húngaros no se dejaron seducir.
Orbán, aunque no lo reconozca, ha perdido una batalla. Pero solo una. Haciendo caso omiso del resultado electoral, intenta presentarse ahora como el gran triunfador. Ya anunció su segundo paso: refundar a la nación a través de una nueva constitución “orbanista”.
No, definitivamente la Hungría de Orbán no tiene nada que ver con Colombia. Pero pocos han notado que el régimen comienza a parecerse, cada día más, al de la Venezuela de Maduro.