Lágrimas e impotencia
El primero de octubre fui sorprendido en mi ya atribulada paz interior, por un par de artículos que aparecieron en el New York Times sobre las carencias de medicamentos y su repercusión en los hospitales psiquiátricos de Venezuela. Nada que no se supiera, ninguna información nueva. Un reportaje descarnado, objetivo y realista de un problema horripilante, vergonzoso, humillante, anacrónico y alienante, sin solución aparente y sin justificación alguna.
En mi casa siempre hubo de todo, a Dios gracias y a mi padre por su esfuerzo y a mi madre por su sentido práctico de la economía y del ahorro. Pero a pesar de que hubo, siempre nos decían que si llegaba a faltar, habría primero para los niños y los enfermos, después para la madre y para los viejos y por último para el padre. Cuando se trataba del dinero, nos decían que primero pagábamos al que debíamos el salario y de lo que sobraba, se gastaba en el hogar. Así pues, los empleados cobraban antes de mi madre hacer el mercado. Nada de eso he olvidado. Nunca pensé que sería una necesidad en mi vida vivir bajo esos principios y valores de escasez. Hoy día, yo vivo así, tú vives así, él vive así, nosotros vivimos así, ustedes viven así, vosotros vivís así, pero ellos no viven así. Para ellos lo primero no son los niños ni los enfermos, ni las madres, ni los viejos y tampoco los padres que trabajan duro, mucho y seguido. Lo primero son sus bolsillos, la hegemonía del poder, la descalificación del adversario, la mentira repetida que buscan se convierta en verdad, el empoderamiento de unos pocos asociados y cómplices y el contubernio con las fuerzas armadas y los más execrables dictadores del mundo.
Dejar un pueblo sin medicamentos y alimentos suficientes en la era del desarrollo más intenso de la medicina y la nutrología que ha vivido la humanidad, es lo mismo que condenar a la humanidad congregada en el país al genocidio, entiéndase bien: a su destrucción y muerte.
No puede ser que hoy tengamos en este país o en algún otro, a personas que por su enfermedad del tipo que sea, no tengan el alivio, la dignidad, la protección, el cuido y el cariño que merecen y no hablemos de cura, pues de haberla, sería inicuo e inmoral no proveerla. No puede ser que tengamos niños, enfermos, viejos y madres, pasando hambre, enfermedades, penurias de todo tipo y las respuestas del gobierno sean insuficientes, ineficaces o inexistentes. No puede ser que la banalidad gubernamental llegue hasta el punto de que la propaganda oficialista además de mentirosa esté aislada de las crudas realidades que los venezolanos padecemos.
Quizá el revocatorio no sea la solución ni inmediata ni mediata, pero si la demostración mas fehaciente del fracaso del gobierno actual y su supuesta ideología socialista que ni es ideología ni es socialista y si no que se lo pregunten a los noruegos, por ejemplo.
Hay personas que son tóxicas y nefastas para las sociedades o para ciertos grupos. Aquí tenemos muchos así, empoderados y abusivos, corrompidos y corruptores, desconectados de nuestras realidades, procrastinadores y habladores de paja, pero con ruido populachero, conseguido con dinero, dádivas y prebendas, entregadas a costa del hambre y la salud de quienes se nos están muriendo de mengua.