Ejércitos bolivarianos
El presente comentario hace referencia a una singular situación política que está cobrando impulso en la porción del hemisferio americano conocida como subregión andina, en relación con el tema del papel de los ejércitos en una sociedad democrática.
Si bien el asunto se está analizando en diferentes niveles y es objeto de seminarios y simposios de variada índole, existe un elemento que capta la mayor atención de los interesados en la materia, como lo es la aparición del ingrediente “bolivariano” para identificar a los nuevos ejércitos. En el caso venezolano, por ejemplo, estiman distintos analistas políticos que tras la apelación a lo que se conoce como la “doctrina del Libertador” se oculta un proyecto político destinado a consagrar la imposición del poder militar sobre el poder civil en el manejo de los asuntos del Estado. Tal proyecto tiende a robustecer un régimen de carácter autocrático, aunque con tintes pseudodemocráticos, manteniendo inalterable, sin embargo, el propósito de convertir a las Fuerzas Armadas “apolíticas, obedientes y no deliberantes”, como las identificaba la extinta Constitución de 1961, en una institución politizada al servicio del personalismo y del populismo en función de gobierno.
El anuncio, desde Bogotá, de que las FARC, “la guerrilla más antigua de América”, se propone crear un partido bolivariano (“Movimiento Bolivariano por la Nueva Colombia”) aporta evidencia adicional a los avances que se están dando en cuanto a la politización de los ejércitos, puesto que la confesada aspiración de la subversión colombiana es la suplantación de la institución castrense del establecimiento tradicional por una fuerza revolucionaria, suerte de milicia armada contemporánea, que ahora contaría también con una fachada política al estilo del MVR venezolano. La similitud entre uno y otro caso son sorprendentes.
No es posible dejar de señalar, en este contexto, la experiencia peruana, a partir de 1992, cuando las Fuerzas Armadas, bajo la apariencia y el subterfugio de un autogolpe de estado efectuado por el presidente de la República, asumieron el ejercicio total del poder en todas sus instancias sin ceder espacios a las instituciones civiles, salvo en casos excepcionales, gracias a las presiones de la comunidad internacional que, con todo, a pesar de sus continuas muestras de apoyo a los esfuerzos internos en pro de una auténtica restauración democrática en Perú, no ha conseguido que el régimen autocrático y militarista convenga en aceptar los cambios políticos que se requieren para satisfacer tal intento. Lo ocurrido recientemente en la primera vuelta electoral en la disputa por la primera magistratura nacional no deja dudas: habrá segunda vuelta, pero no por voluntad del régimen, sino por la movilización conjunta del electorado peruano y de la presión foránea que logró impedir se llegara a concretar el fraude que las autoridades electorales ya tenían listo.
Indispensable una nueva mención a Venezuela, debido al proceso de cara a la llamada megaelección del 28 de mayo, el cual es objeto de dudas, reparos y sospechas por parte de distintos sectores de la sociedad civil y, tal es la razón que explica las gestiones que se realizan ante la Organización de los Estados Americanos y la Unión Europea, entre otras, para que misiones de observación se trasladen urgentemente a nuestro país a fin de que analicen sobre el terreno el panorama electoral y dicten las recomendaciones y sugerencias que se estime pertinentes con la finalidad de favorecer y soportar la credibilidad, legitimidad y transparencia indispensables para el éxito de unos comicios de obvia y trascendental importancia.
Asimismo, es oportuna una referencia puntual a otro de los países de la subregión: Ecuador, ya que no es posible ignorar la participación de sectores de sus Fuerzas Armadas en la crisis institucional reciente que condujo a la salida del Presidente Jamil Mahuad y su reemplazo por el vicepresidente Gustavo Noboa, gracias también a la presión externa que obligó a que se mantuvieran las formas constitucionales, situación sobre la cual es difícil adelantar predicción alguna debido, entre otros factores, a la presencia de las etnias indígenas en alianza con la oficialidad golpista.
Por último, ¿qué de Bolivia, “la hija predilecta”, como se la define entre quienes asocian nuestro desarrollo político a la creatividad doctrinaria de Simón Bolivar? El recién finalizado estado de sitio decretado en su día por el gobierno como consecuencia de los últimos estallidos sociales indica que la situación allí es de pronóstico reservado.