La guerra de los alacranes
Cuando el general Müller Rojas se enfrentó a su conciencia, siendo el primer vicepresidente del PSUV, recordó los capítulos soñadores de su Escuela Militar. Esa casa de estudios para la guerra, que en su época enfrentó los últimos años del «Líder de Michelena», quien mediante un fraude «numérico» y plebiscitario se hizo «presidente constitucional de Venezuela», justamente siendo subteniente en 1958. Recordaba Müller entonces, que los militares venezolanos de siempre, han visualizado el poder de gobernar, como el atributo osmótico de una jerarquía que se une al deseo de completar la obra de Bolívar, siempre vista como una torta sin guinda. Recordó el mitológico «Nuevo Ideal Nacional» de Marcos Pérez Jiménez, que como todo mito, emocionó y apasionó, cuando se le unió el fervoroso nacionalismo, hasta lograr penetrar la inconsciente fibra del «querer a la patria… ¡Oh patria querida…!». Siempre fue un espectáculo la «Semana de la Patria», hasta que se le alebrestaron las fieras a sus domadores y el circo quedó al desnudo. No era la patria, sino el deseo de poder omnímodo que surgió al término de la independencia, vuelto a revivir en estos ya 15 años. Esa abominación militarista, que tanto daño le ha hecho al devenir democrático de nuestro país. En ese entonces, se unió Müller al despertar de un sueño vanidoso, que nos insumió por más de una década en una irracional e irreal aventura. Entonces pensamos, que el país se había incorporado al verdadero sueño democrático de Bolívar, trastrocado por la arpía militarista; pero cuando Müller soltó la perla a Chávez, que su «revolución» se gestaba dentro de un nido de alacranes; por conocerlo desde la Escuela Militar, entendimos que se refería al concepto de las sabandijas y no al bicho que «tumba caña».
Por curiosidad, analizando el período del «proceso» que defendió Müller, desde que en 1998 asumió la campaña electoral del difunto, hemos vivido con sentimiento institucional el deterioro de la que fuera unificada como Fuerza Armada Nacional, contagiada del veneno de los escorpiones que inocularon en la nueva generación militar, la resaca del 4 de febrero y del 27 de noviembre, que se mantuvieron en la «revolución», hoy en desbandada por el «pio» del «pajarito madurado» y la traicionera denuncia del «filósofo» Silva.
Ya no se habla del matraqueo de «chopos» ni de «asonadas», a pesar de las que anuncia José Vicente, sino que aparecieron los «ruidos de sables», que a decir verdad, son solo chispeantes encuentros metálicos que ayudan al vocifero político por miedo a los cuarteles, donde los herederos del mitológico «nuevo mesías», se compadecen con grafitis y pendones con la consigna de ¡Chávez vive y la lucha sigue!, para tapar su delirante tristeza, su llanto y el miedo a la responsabilidad heredada. Así vemos, como muerto el «comandante supremo», espécimen de militar, que logró destrozar mentes y corazones de una generación «tonta», engullida por una claque disfrazada de rojo por designio del «comandante eterno», no tenemos certeza del próximo devenir. No hay dudas de que Venezuela vive un momento de locura, y como lo pensamos, la monstruosidad se ha desbordado y con ella la irracionalidad de los responsables de esta hechura. Ojalá que el cinismo de quienes aún mantienen el poder, hagan valer su auto calificación de demócratas y olvidando la oquedad del pensamiento que les inculcó el difunto expresidente, eviten la «guerra de los alacranes». Toda guerra es irracional y de ella solo quedan los rencores.