Opinión Internacional

Ismael Rivera, por siempre El Sonero Mayor

Cualquier rincón de todo arrabal caribeño sirve para armar una parranda, una tertulia, una rumba; donde el tema femenino y el musical son los argumentos principales de conversación. Los Sitios, Jesús María y Belén en Cuba; Barrio Obrero, Bélgica y la Perla de Puerto Rico; Caricuao, San Juan y El Valle de Venezuela; solo por nombrar algunos, son ejemplos clásicos de lo aludido. En todos ellos, y en muchos más que dejan de mencionarse, siempre surge – en medio de la alegría, el sonar de los cueros, el seco tañer de las claves y el aroma de un roncito seco – la siguiente expresión: «¿Te acuerdas de Ismael Rivera? Ese si cantaba, como él, ninguno”

Ismael Rivera: El Hombre

Ismael Rivera nació en la borinqueña población de Loiza Aldea, en la Calle Diego Hospital, el 5 de octubre de 1.931 y falleció el 14 de mayo de 1.987 en Santurce Puerto Rico. Hace 13 años.

(%=Image(7611264,»R»)%)Desde niño demostró sus inclinaciones musicales, ya que a la edad de 10 años le confió a su madre su gusto por la carrera de cantante; algo que se volvió realidad con 7 años después cuando se enroló en el Conjunto Agueybana, tocando en El Hipódromo Las Casas, Parada # 27 en la población de Hato Rey. De allí pasó a la Orquesta Panamericana de Lito Peña, con quien grabó su primera grabación: «El charlatán», que se convirtió en su primer éxito. Posteriormente estuvo unos meses con Machito, y entonces… prendió la jarana con su amigo de infancia Rafael Cortijo.

Con las otras bandas Ismael cantaba sones, guarachas, mambos, rumbas y boleros, pero por decisión de Cortijo, inició la interpretación de la bomba y la plena: dos de las más representativas manifestaciones folklóricas musicales de la Isla del Encanto.

Viajaron a Europa, toda Centroamérica y el Caribe, Colombia, Venezuela, New York; siempre con ese potente combo: Rafael Ithier en el piano, Roberto Roena en el bongó, Martín Quiñónez en las congas, Kito Velez en la trompeta, entre otros. (Muchos de ellos formaron en 1962 el Gran Combo de Puerto Rico)

En un viaje a Panamá, Ismael y Rafael compraron cierta cantidad de alucinógenos, y con ellos fueron detenidos al llegar a San Juan, resultando como consecuencia la disolución del Combo y el vivir durante varios años como huésped del Gobierno en una de los embalajes del Estado Libre Asociado. Al salir del él, se radicó en la Gran Manzana; ciudad que, a pesar de recibirlo con los brazos abiertos, jamás aceptó como hogar. Es en esta etapa cuando recibe de manos del grandioso Beny Moré el apodo que lo haría inmortal: Sonero Mayor.

Años después, regresa a su amado Borinquen tornando al ambiente, a su barrio que lo vio nacer y crecer. Viviendo en la Calle Calma, del Bario Machuchal en Santurce, Maelo continúa su carrera; siempre representando a su pueblo que lo idolatraba, a quienes encarnaba con creces y vítores en todos los rincones que llegaba.

Maelo simbolizó en Puerto Rico, junto con los peloteros Roberto Clemente, Orlando “Peruchín” Cepeda, y los jinetes Júnior Cordero y Eduardo Belmonte el comienzo del triunfo de los descalzados, del éxito de los hambrientos, de los segregados social, racial y culturalmente. Fue el primer negro que actuó en la televisión puertorriqueña como estrella, asimismo, trabajó en películas y musicales siempre con esa humildad que le brotaba por los poros, y con ese don de gente que lo hacía bienquerido. Hasta el día que partió a los dominios de Platón. Hace 13 años.

Hace 13 años, un 14 de mayo cualquiera hasta ese momento, llegaba yo de realizar mis entrenamientos deportivos, cansado y golpeado, como siempre después de 3 horas de entrenar lucha olímpica, cuando mi mamá me llamó y me dijo con muy grave y compungida voz. “Joxian, se murió Ismael Rivera”. Negué con una risa nerviosa y le indique que él nunca moriría. Al final me senté en el piso, en la entrada de la cocina, sintiendo como algo me abandonaba, como algo salía de mi existencia para abandonarme y nunca regresar

Lil Rodríguez (1.997) expresó: «Y él que creía que solito iba a estar cuando muriera… los que nos quedamos solos fuimos nosotros, sus melómanos confesos, que aprendimos de él la irreverencia, la altanería, asociada a la raza, la altivez como sinónimo de dolor, y de sabor». (En: Bailando en la casa del trompo. p. 112)

Que razón tenía yo al decir que nunca moriría. Que razón tuvo Lil al redactar lo que escribió.

Ismael Rivera: El cantante

El profesor de Literatura y Neurolingüística José Adames, inicia el 1° capítulo de su libro «Decir a tajos» (1.999) de la siguiente manera: «Con Maelo viene sucediendo una máxima gardeliana: Cada día que pasa canta mejor» (p. 15) . Es una gran verdad. Ninguno de los actuales cantantes siquiera se le parecen.

De acuerdo con el musicólogo mexicano Rafael Figueroa, en su libro «Ismael Rivera: El sonero mayor»; el cantar de Maelo posee 4 características inimitables: La calidad de la voz, la extensiva súper imposición de los ritmos, la máxima utilización de la cualidades sonoras de su voz y el énfasis en la improvisación. Asimismo indica que es él el verdadero sonero, reflejando el auténtico cantar nasal callejero, reminiscencia del cantar africano, manteniendo en su interpretación el modo pentatonal de las escalas musicales africanas. Poseyendo a la vez, una singular maestría de colocar su fraseo en medio del tronar las claves.

(%=Image(6757215,»L»)%)Ismael Rivera rompió con todos los parámetros del canto caribeño. Hasta su aparición, el espacio para el solista de la orquesta era generalmente de 4 compases, y éste era rellenado con el mismo número de estrofas manteniendo lo que se denomina una rima consonante en cada una de ellas. En ocasiones, cuando el ritmo se «jala pa’lante» este espacio se reduce a dos. Ejemplo de esto se puede escuchar fácilmente en cantantes como los precursores Beny Moré, Tito Rodríguez, Roberto Faz, Abelardo Barroso entre otros.

Maelo, en esos 4 espacios cantaba el número de estrofas que le provocaba; cantando – además de la típica rima mencionada – con versos disonantes y hasta asonantes, Llegando a cantar hasta 8 o 10 estrofas en el reducido 3 x 2 del clave. Al principio lo tildaban de excéntrico, de irreverente, pero al poco tiempo se impuso su calidad.

(%=Image(8437711,»R»)%)Otro aspecto muy importante fue su eterno cantar a la negritud orgullosa, a la humildad de pueblo, a sus regiones y costumbres; canto siempre hecho con picardía y nobleza. Adames menciona como lo más representativo de su obra a las canciones: El negro bembón, La perla, De medio lao, entre muchas; siendo sus principales manifestaciones Las Caras Lindas y El Nazareno. En la primera señala el autor cuatro temáticas de importancia: a) Una versión caribeña del aquél Black is beuatiful que lanzara en los 60 el gran Malcom X. b) Una toma de conciencia social y si se quiera política. c) El uso de la palabra linda como sinónimo de «Encanto, ritmo natural, melodía, orgullo de negritud, rebeldía, alegría, solidaridad,…» (p. 16) y d) La denuncia del hecho racista.

En la segunda refleja un clamor de pueblo, de raza, que se escuchó desde el mismo instante que se comenzó la evangelización de los esclavos. El Dios negro, el Santo negro. Algo exquisitamente plasmado por Andrés Eloy Blanco con sus «Angelitos Negros». Esta canción es un canto al Cristo Negro de Portobelo, ciudad enclavada en el Istmo de Panamá en la cual Maelo expresa su devoción por este santo popular.

De igual manera, instituyó un cliché dentro de los cantantes caribeños: una palabra que los caracteriza. Su ¡Ecuajey! representa, además de su identificación personal, el saludo Lucumí a la diosa Oyá; la reina de los vientos y los muertos en la religión Yoruba, raza africana que puebla lo que hoy es la nación nigeriana. Ejemplo de ello son el ¡Azúcar! de Celia Cruz; el ¡Cómo! de Oscar D’León; el ¡Familia! de Cheo Feliciano, el ¡Camínalo! de Gilberto Santa Rosa entre varios. Ellos lo que hacen es seguir el camino abierto por Ismael.

Murió Maelo, pero su obra lo mantendrá inmortal. Su canto y su don de gente lo salvaguardará incólume en el recuerdo de los ciudadanos caribeños, y mientras exista el Caribe, las Antillas, las congas, los timbales, los pueblos arrinconados, apartados, rechazados; existirá Ismael Rivera, el Sonero Mayor.

¡Ecuajey!

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