Treinta años después del derrocamiento de Salvador Allende en Chile, se puede establecer la similitud de las operaciones encubiertas que realiza la CIA, cuando busca desestabilizar a los gobiernos populares. Tal es el caso del Chile de 1973 y la Venezuela del 2003.
La información desclasificada permite ahora comprobar las hipótesis. Recientemente, la CIA ha admitido por primera vez en público, el programa clandestino contra la ascensión de Salvador Allende al poder, y sus esfuerzos políticos y militares para derrocarlo. En el informe «Actividades de la CIA en Chile», la agencia reconoce que en los años sesenta y principios de los setenta, como parte de la política del gobierno de EE.UU., para intentar influir sobre las decisiones en Chile, la CIA desarrolló proyectos secretos para desacreditar a líderes políticos marxistas, especialmente a Salvador Allende. Los planes se dirigían a alentar a los opositores civiles y militares de Allende para impedir que asumiera el poder, ya que para agosto de 1970 se sabía que él y la Unidad Popular ganarían la contienda electoral.
Señala el informe, que el 15 de septiembre de 1970 el presidente Nixon le comunicó al director de la CIA que un régimen de Allende en Chile no sería aceptado por EE.UU. Por lo que le giró instrucciones para impedir su ascenso al poder o, en su defecto, planificar su derrocamiento. Para ese fin, se destinaron 10 millones de dólares. Por lo tanto, siguiendo las instrucciones del Presidente, la CIA preparó un golpe para evitar que Allende asumiera la Presidencia, una vez ganadas las elecciones el 4 de septiembre.
En tales circunstancias, la CIA procedió a activar los grupos de trabajos encubiertos, los que, por su trabajo de inteligencia, coincidieron en que cualquier golpe de estado para tener éxito, tendría que secuestrar al comandante del ejército, general René Schneider. El general sostenía que la Constitución obligaba a las Fuerzas Armadas a permitir que Allende asumiera el poder. Por lo tanto, la CIA tenía que neutralizar a Schneider y, en consecuencia, planificó el atentado que se materializó con su muerte. No obstante, el vil asesinato no incidió para que se diera el golpe que se buscaba. Sin desistir de su propósito, a la CIA no le quedó otra alternativa que cambiar su estrategia y estimular entonces, el apoyo a los partidos de oposición para ir de frente contra el régimen de Allende. Incidir en la desestabilización del país y en el descrédito del gobierno.
Otro dato que contiene el informe y que merece mencionarlo por lo notorio de los vínculos directos de la Casa Blanca con la conspiración, es el que señala que el 21 de agosto de 1973, el comité de los 40 (agrupación dentro de la cúpula del gobierno norteamericano) encargado de la supervisión de las acciones desestabilizadoras, aprobó otro millón de dólares adicionales para acelerar el golpe. Ahora sí, el 11 de septiembre se tumba a Allende, éste se suicida y se instala Augusto Pinochet en el Palacio de la Moneda. Reconoce también la CIA el respaldo activo que le brindó a la junta militar después del derrocamiento del Presidente. Sostiene, además, que muchos de los oficiales de Pinochet abusaron de los derechos humanos. Algunos de estos oficiales eran agentes de la CIA o miembros de las fuerzas armadas de EE.UU.
Treinta años después, aunque en condiciones diferentes, algo similar quiere hacer la CIA en Venezuela. Intento de golpe, estímulo a la conspiración militar, compra de conciencias y lealtades, fomento a la oposición reaccionaria, aislamiento internacional del gobierno legítimo de Venezuela. No obstante, la voluntad soberana del pueblo, la institucionalidad patriótica de la Fuerza Armada y un proyecto político inspirado en los ideales de nuestros libertadores, impiden dar al traste con la ruta de la emancipación que está construyendo el pueblo venezolano. El sacrificio de Allende y su experiencia que ha quedado arraigada en el corazón de los revolucionarios, sirven de imagen objetivo para impedir la repetición de esa historia.