Opinión Internacional

Intervenciones

La historia de las intervenciones de los EE.UU., en América Latina es muy larga. Las relaciones de dominio se han mantenido de manera constante. Cuando aparece un foco desestabilizador, un hecho social o una respuesta política, cualquiera sea la manifestación que amenace sus «intereses», la respuesta es la aplicación de la fuerza, para neutralizar la adversidad. Lo hacen transgrediendo las normas del derecho internacional y de la soberanía de los pueblos. Afganistán e irak, son dos de las evidencias más concretas.

Así ocurrió también en Panamá, cuando el 20 de diciembre de 1989 fue invadida por 24.000 marines que se sumaron a los 12.000 ya establecidos allí. Oportunidad que aprovecharon para hacer preso a su presidente, Manuel Noriega, llevarlo a una cárcel en la Florida, juzgarlo y condenarlo a cadena perpetua. El grado de escalamiento de la fuerza de ocupación a emplear, va a ser directamente proporcional a la complejidad de la coyuntura que se presente.

El plan maestro VC 2020, los documentos Santa Fé, los planes de operaciones militares del Comando Estratégico del Sur –el Plan Colombia, Plan Nuevos Horizontes y Plan Dignidad–, el proyecto económico del Alca, las maniobras tácticas con fuerzas conjuntas de EE.UU., y los ejércitos de países latinoamericanos, todos responden a la concepción estratégica del dominio imperial.

Desde el siglo de la emancipación, datan estas intervenciones. En 1826, cuando Bolívar convocó al Primer Congreso Panamericano en Panamá, intentó plantear el asunto de la liberación de Cuba y Puerto Rico, pero fue boicoteado por EE.UU. A partir de entonces las intervenciones forman parte de su estrategia hegemónica, la cual se fundamenta en el destino manifiesto, la doctrina Monroe y todo justificativo moderno de corte imperial.

En 1916 intervinieron en República Dominicana y permanecieron hasta 1924. En 1963 volvieron a intervenir derrocando a Juan Bosch. El Salvador fue invadido en 1921. Honduras en 1924. En 1914, 23.000 marines desembarcaron en Tampico, México. Con su flota de 50 navíos, se apoderaron de la ciudad llevándose millones de dólares de los cofres de la aduana. Algo similar hicieron en Haití. El 17 de diciembre de 1914, los marines del crucero Machias desembarcaron y saquearon Banco Nacional. El 28 de julio de 1915, volvieron los marines para permanecer 19 años. En 1991, la CIA intervino en Puerto Príncipe para dirigir el derrocamiento del presidente Aristide.

En agosto de 1925, las tropas salieron de Nicaragua después de trece años de ocupación, pero en diciembre de 1926 desembarcaron nuevamente para enfrentar a Augusto César Sandino. En los años 80, se inicia la invasión silenciosa. El «Irangate» demostró su intervención en Nicaragua, como proveedor de fondos y de armas a los «contras», quienes utilizaban a Honduras como base principal de operaciones.

En mayo de 1954, aviones norteamericanos bombardearon las ciudades de Puerto Barrio y Puerto San José, en Guatemala. El 17 de abril de 1961, autorizada por el presidente Kennedy, la CIA organizó la invasión a Cuba tratando de establecer una cabeza de playa en Bahía Cochinos. En el golpe de estado de 1964, contra el presidente Joao Goulart de Brasil, aparecieron directamente implicados. En Chile, intervinieron en el derrocamiento del Presidente Salvador Allende el 11 de septiembre de 1973. Así lo demostraron los documentos secretos de la ITT presentados al Senado norteamericano por la Comisión Church. El 25 de octubre de 1983, EE.UU., invadió la pequeña isla de Granada.

En el siglo XXI, sus intenciones hegemónicas se amplían. El poder casi absoluto lo usarán a su libre albedrío. A Venezuela, por las reservas estratégicas y por la revolución bolivariana, la tienen en la mira. No por eso hay que temerles. No, lo que nos queda es prepararnos para resistir. La contingencia debe hacerle frente a esa posible intervención.

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