Cuba en Venezuela
La caída del comunismo en Europa y el consiguiente derrumbe de la Unión Soviética y su imperio, no por una derrota militar sino por el más absoluto fracaso de su sistema socioeconómico, que “no sólo no creó riqueza sino ni siquiera distribuyó con justicia la pobreza” (Bronislaw Geremek dixit), significó un cambio “epocal” en la historia contemporánea. Desgraciadamente algunos, en ciertas regiones ”selváticas” de la periferia del mundo, todavía no se han enterado.
Octavio Paz decía que la “verdadera enfermedad de América Latina es el retraso en la reflexión política, económica y social” y que quizás por eso “el último marxista leninista morirá en una universidad latinoamericana”. Poco después de la caída del muro de Berlín y a la salida de una cumbre iberoamericana, Mario Soares, el entonces Presidente de Portugal, al preguntársele qué pensaba de Fidel Castro dijo: “El comandante Castro es como el dinosaurio, respetable y hasta venerable, …como ser prehistórico”.
Sin embargo, probablemente por el “retraso” del cual nos hablaba Octavio Paz, el dinosaurio cubano no se contentó de disfrutar su vejez prehistórica en paz y quizás seguir el ejemplo económicamente exitoso del postcomunismo de mercado chino.
Revitalizado por la “energía” petrolera y anímica que le ha proporcionado la inesperada llegada al poder en Venezuela de un pupilo heterodoxo, pero fiel, Castro parece querer reeditar, en los estertores de su vida, la vieja política de exportación de su modelo utopista y totalitario, donde “todos los animales son iguales, pero hay algunos que (como los cochinos de la “Animal Farm” de Orwell) son más iguales que otros”. En los años ’60, Castro fracasó en sus sangrientos intentos subversivos en Venezuela y Bolivia. En los ’70 y ‘80 apoyó las franjas más extremistas de los gobiernos de Allende en Chile y Ortega en Nicaragua.
El radicalismo y la confrontación social que la presencia cubana fomentó y profundizó, provocó en esos países verdaderas guerras civiles, con un saldo de miles de muertos. Las intervenciones militares, con el apoyo logístico soviético, en Angola y Etiopía han dejado, como terrible herencia, dos Estados fracasados. La creciente penetración castrista en Venezuela, mientras en Cuba regresan el paredón, los juicios sumarios y las interminables condenas para los pacíficos disidentes socialcristianos del Proyecto Varela, están renovando el espíritu de lucha de los partidos democráticos venezolanos.