Opinión Internacional

Coacción

La guerra contra Irak lo demuestra: fuerzas militares, poder económico y supremacía tecnología constituyen los tres macrocomponentes que le permiten a los EE.UU., coaccionar a las naciones del mundo.

Así como lo hace hoy apelando la liberación del pueblo iraquí, fundamentando sus acciones genocidas en la defensa de la democracia de los pueblos, asimismo emplea los factores de poder para obligar a los gobiernos a que actúen con base en sus intereses. Esta superioridad coercitiva les permite considerar al mundo entero como su gran teatro de operaciones militares. En consecuencia, actúan a su libre albedrío para someter y neutralizar a los factores que le son adversos. El rol de gendarme del mundo ha sido superado, para ampliar y profundizar los niveles de predominio. Gendarme, opresor o intervencionista, son tres raíces de un mismo árbol: el imperio. Porque la injerencia, cualquiera sea el método a emplear, no solamente es militar, sino también pluriformal: política, ideológica, económica, cultural. Es decir, que la acción de sometimiento sobre el oponente se manifestará en todos los órdenes de su vida. Por ejemplo, el Plan Colombia. Sabemos que lo tangible del Plan Colombia se fundamenta en la crisis de gobernabilidad del Estado colombiano debido al narcotráfico y al conflicto armado. Y, en consecuencia, promueve la intervención apoyando al gobierno y sus fuerzas armadas, para erradicar este foco inestabilizador de la paz en el continente. No obstante, el Plan Colombia es una oportunidad para justificar su injerencia militar en América Latina. Porque, no solo es Colombia, también es la realidad del siglo XXI en el continente americano. Aunque la región mantiene vigente las causas que originan su condición de estructura dependiente y subdesarrollada, el imperio necesita activar mecanismos de verificación más sublimes para mantener firme su hegemonía.

El Plan Colombia es uno de esos mecanismos. Además de las operaciones militares, el Plan permite introducir nuevos elementos de control que involucrará a todos los países del continente. Del Plan Colombia se derivarán otros dispositivos para ejercer dominio del mercado (Alca), vigilancia satelital (GIS), inteligencia estratégica (CIA y sus redes), propaganda subliminal (medios de comunicación), manutención estructural (coacción ideológica), estímulo para modernizar los modelos populistas (democracia representativa), nuevas formas de consumo (patrones subliminales), hábitos transculturales (alienación). En fin, planes de acción en las áreas de los macrocomponentes para mantener sus relaciones de dominio. Venezuela, tanto por el petróleo como por su gobierno, no escapará ni al Plan Colombia, ni a lo nuevo que se implante. Para los Estados Unidos, Venezuela es un caso atípico en el mapa de control que mantiene su componente militar. Los recursos energéticos y el proceso venezolano, en tránsito hacia la transformación del modelo político y social puede alterar las hipótesis militares para la estabilidad democrática de la región.

Si bien en lo interno, el sistema que se quiere implantar en Venezuela se basa en una revolución pacífica fundamentada en la doctrina del bolivarianismo, para los EE.UU., este experimento puede incentivar el efecto dominó en el resto de las naciones latinoamericanas. Y eso implica focos desestabilizadores en lo político, cambios profundos en las concepciones ideológicas y hasta modificación de su mercado tradicional. Por lo tanto se requiere estar alerta y activar instrumentos que mantenga a raya a su gobierno. Ese papel lo cumple el Plan Colombia.

Al consolidar Irak, seguirá en orden de importancia el resto de los países del «eje del mal» y sus similares retadores a su condición imperial. Pero también, seguirá su curso de manera más contundente el Plan Colombia y el sometimiento de toda la América latina, con especial énfasis en Venezuela. Por eso, aunque se encuentre a miles de kilómetros de distancia, Irak también somos nosotros. La coacción hacia ellos funcionará igual hacia nosotros.

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