Los tres tableros de Miraflores
Lo primero es una aclaratoria. Cuando coloco la palabra “Miraflores” en el título, no me refiero, solamente al viejo caserón de Misia Jacinta, sede principal del poder soberano de la República de Venezuela en otros tiempos. Me refiero, más bien, al lugar donde se reciben y se ejecutan las órdenes básicas que provienen del exterior. Las imparten los hermanos Castro Ruz desde La Habana, a veces directamente a Maduro que se lo pasa por allá, pero en todo caso se procesan en Miraflores. Triste destino para un palacio presidencial. Y esperemos, por lo demás, que ese destino cambie por completo y Miraflores se reconstituya en el sitial del poder democrático y soberano de nuestro país.
Ahora bien, en los propios y desmejorados salones de Miraflores, voceros reconocidos de la hegemonía, vienen señalando en reuniones reservadas, que ellos «juegan» en tres tableros simultáneos: el político, el económico y el social. De los tres, el que les produce auténtica angustia es el tablero social. Por eso han militarizado las colas de comida y medicina en una especie de Plan República indefinido que llaman “Gran Misión de Abastecimiento Soberano”… Por cierto que el Semanario QuintoDía, en la informada página de la periodista Sebastiana Barraez, publica el “quien es quien” de ese operativo.
La situación social de Venezuela, ya convertida en una crisis humanitaria, tiene un potencial conflictivo de marca mayor. Por eso el nerviosismo ante las convocatorias de protestas públicas, que pueden adquirir dinámicas propias y de gran fuerza popular. En Miraflores piensan que el jaque les podría venir del tablero social. No se equivocan en esa apreciación. De allí que busquen evitar la proliferación de chispazos en las miles de colas cotidianas. Con la extensiva presencia militar, así lo consideran, esas posibilidades por lo menos se alivian.
Le otorgan menos potencial problemático al tablero político en sí mismo, el cual dicen controlar pues se ufanan en tener las llaves del poder y en manejar el proceso revocatorio –la consigna opositora– como un laberinto infranqueable. Claro que el tablero social tiene consecuencias políticas, pero eso es otro tema. Entre ellos se congratulan de manejar la agenda política del país, y de seguir haciendo lo que les da la gana al respecto. Sostienen que no se sienten atemorizados por la oposición política, al menos hasta el presente. Eso podría cambiar, pero la andanada represiva, la proposición revocatoria, el artilugio del diálogo, y la manipulación de la guerra psicológica, serían instrumentos para contener escenarios que pongan en riesgo el continuismo en el poder.
Y el tablero económico, alegan, tampoco les preocupa tanto, porque van «mejorandito» los precios del petróleo, y para la hegemonía la economía no es un campo para la libertad y la generación de prosperidad, sino un ámbito de control político. Las penurias económicas de la población no les quitan el sueño, a menos que se hilvanen con una protesta social. Y en última instancia, por allí se encuentra la propuesta económica de Unasur, que al menos serviría para hacer propaganda.
¿Tienen razón? ¿Se equivocan? Depende. Desde la dimensión de los intereses nacionales, están completamente errados porque el país va de muy mal a mucho peor. Lo están destruyendo. Pero desde la dimensión de los intereses de continuismo de la hegemonía –lo que de verdad sí les importa, siguen haciendo lo que les place y la aspiración de cambio profundo de la población, no se materializa.
El cuento de los tres tableros no parece ser un cuento, sino una cuestión que se pondera y analiza de los máximos círculos del poder. ¿Y qué tienen en mente por esos lares? ¿El bienestar de Venezuela? Obviamente que no. ¿La superación del pueblo venezolano? Pues tampoco, aunque la retórica vaya en ese sentido. Lo que sí tienen en mente es quedarse en el poder hasta que el cuerpo aguante, despotizando y depredando todo lo que puedan. ¿Se saldrán con la suya? Luchemos para que no, pero están dedicados a eso.