Justicia, no Venganza
(%=Image(7931065,»L»)%)
Héroe del best seller Los Niños del Brasil, adaptado al cine, la figura y genio de Simon Wiesenthal sobrepasa a los epítetos y fábulas que inspiró su labor detectivesca y justiciera.
Wiesenthal sobrevivió a varios de aquellos “planetas” insondables, llamados campos de concentración, en donde millones de personas fueron deshumanizadas, esclavizadas, torturadas y aniquiladas solo por haber nacido y ser judíos, gitanos, discapacitados, o “subespecies”, según la filosofía racial aria y de su profeta, Hitler. Su Centro de Investigación descubrió a más de mil nazis que vivieron refugiados o protegidos por gobiernos dictatoriales o hipócritas democracias que ignoraron o aprovecharon sus experiencias en la industria de la muerte nazi, la más sofisticada y burocrática jamás establecida.
Muchos consideran que su mayor logró fue la captura del arquitecto de “La Solución Final”, Adolf Eichman y del comandante de Treblinka, Franz Stangl, sometidos a procesos judiciales que ellos no dispensaron a sus víctimas, pero quizás, un caso menos publicitado ilustra mejor la esencia de lo que este Quijote buscaba al enfrentar a gigantes trituradores de todo lo que entendemos como el bien y la tolerancia: En 1958, jóvenes alemanes y austriacos irrumpieron en un teatro donde se exhibía una obra basada en el Diario de Ana Frank y manifestaron que ella no existió y que su libro era propaganda judía. ¡Ya existían los progenitores de la ideología que hasta hoy manifiesta su antisemitismo negando al Holocausto! Wiesenthal localizó al oficial de la Gestapo que detuvo a Ana Frank y la transportó, junto a su familia, a las cámaras de gas, demostrando la veracidad de la historia.
Tribunales y Comisiones establecidos para luchar por el recuerdo y contra la impunidad en todo tiempo y lugar, se inspiran en parte en el legado del hombre que juró, tras su liberación, “Justicia, y no Venganza”.