Opinión Internacional

A diez años del “Sacrificio de Itzjak”

Un 4 de noviembre, hace diez anos, luego de que él, su canciller Shimon Peres, políticos y artistas, cantaron Shir HaShalom, La Canción de la Paz, junto a una multitud de 400 mil personas, Itzjak Rabin fue asesinado por un fundamentalista judío que “en nombre de Dios” – según declaró – eliminó a un “traidor” que entregaba “territorios sagrados” a los palestinos.

Fue en aquella aciaga noche de otoño cuando los israelíes descubrieron que su minoría extremista era capaz, no solo de hacer atentados contra sus enemigos, sino también, contra uno de los suyos. El asesinato de Rabin sentenció a la certeza de que un asesinato político no era posible en la polifonía de profundos desacuerdos y bulliciosos debates que caracteriza a la sociedad israelí y junto a Rabin, murió también la inocencia de todo el país.

Israel Después de Rabin

Shimon Peres, como el número dos del Partido Laborista, se convirtió en premier para culminar el mandato de Rabin y en pocos meses, cumplió con lo firmado con Arafat en los Acuerdos de Oslo, retirando al ejército israelí de las ciudades más pobladas de Cisjordania – ya más del 50% de Gaza y la totalidad de Jericó estaban en manos del gobierno autónomo palestino. Ante la persistencia de atentados terroristas en Israel, Peres perdió una ventaja de más de 20% puntos sobre su rival del Likud y Netaniahu formó el siguiente gobierno.

El proceso de paz de Oslo se estancó pero ante la persistencia de la mayoría de los israelíes y la presión del gobierno de Clinton, Netaniahu firmó el acuerdo de retirada de casi toda la ciudad de Hebrón y luego, en el encuentro de Wye Plantation con Arafat, aceptó entregar más del 10% de Cisjordania a la Autoridad Palestina. Los partidos más derechistas le quitaron su apoyo por esas concesiones y en elecciones adelantadas el Laborismo regresó al poder de la mano de Ehud Barak, jefe de Estado Mayor durante el gobierno de Rabin, quien en 2000, en Camp David, ofreció más del 94% de Cisjordania y negociar un complicado acuerdo que otorgaba parta de Jerusalén, si bien no la explanada de las mezquitas, al futuro Estado Palestino, pero Arafat no aceptó la propuesta.

Entonces comenzó una espiral de violencia que se ha reducido considerablemente desde la muerte de Arafat y el gobierno de Sharon, el hombre que había propiciado la construcción de asentamientos en territorios palestinos, retiró al ejército israelí de toda la franja de Gaza y desmanteló sus poblados aun en contra de la mayor parte de su partido.

¿Hubiese Rabin planteado una oferta como la de Barak? ¿Habría llevado a cabo la lucha contra los grupos terroristas palestinos con la misma dureza de Sharon para luego plantear una retira unilateral de Gaza o quizás, frustrado ante la ambigüedad y la táctica violenta de Arafat, hubiese paralizado toda negociación hasta un desarme total de las milicias que frustran la unidad y por lo tanto, la gobernabilidad de un Estado Palestino?
Diez años después de su trágica muerte nadie tiene la respuesta.

Israel como Rabin

En un artículo escrito con motivo del 50 aniversario del Estado de Israel, en 1998, el escritor David Grossman expresó que si tuviese que escoger una sola imagen de de su país, una que contenga la esencia misma Israel, elegiría la que ninguno de sus compatriotas pueden olvidar: el momento del asesinato de Rabin.

Esa noche, como en una cinta cinematográfica, se comprimieron la secuencias de una vida que transcurrió a través de las etapas más importantes de la historia de Israel con aquel hombre que soñó con ser agricultor pero las circunstancias lo condujeron a ser combatiente de un brigada especial durante la guerra de independencia, luego jefe de Estado Mayor durante la Guerra de los Seis Días en 1967, Primer Ministro durante la “Operación Entebbe” cuando Israel rescató en Uganda a los pasajeros de un avión secuestrado por terroristas en 1976, Ministro de Defensa en los años ochenta y nuevamente, líder de gobierno en los noventa, estrechando con aversión, pero sentido histórico, la mano de Arafat, y luego, firmando la paz con Jordania.

Y escribe Grossman

“Lo veíamos, al joven idealista, tropezando en medio de las intrigas políticas y de las tentaciones del dinero, y vimos cómo, en medio de un proceso que nos dejo atónitos, regresó y se renovó, y superó una forma de ver la vida que las guerras habían grabado en su ser. Allí, esa noche de sábado, cuando parados juntos cantábamos a coro con él, y le envolvimos con nuestro amor, era el momento en el que se podía sentir a la vez la fortaleza y la debilidad de Israel – la vitalidad y el valor de superar nuestras angustias y de renacer. Pero también estaba allí el oscuro extremismo aguardando agazapado en la oscuridad, desde nuestras propias entrañas. Y tenía pistola. Desde nuestras propias entrañas”.

Diez años después, desde las propias entrañas de Israel no falta quien amenace la vida de Sharon por el retiro de Gaza, desde Gaza hasta Teherán, quienes continúen incitando a borrar a Israel del mapa y desde un hemisferio del planeta al otro, quienes anhelen ver a palestinos e israelíes esbozando una sonrisa de satisfacción como la de Rabin cantando la Canción de la Paz, en el momento del entresueño.

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