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Mucho más que un desahogo

La marcha opositora del 1° de septiembre fue exitosa en varios sentidos. Hacía tiempo que no se daba una concentración tan masiva y entusiasta. Los preparativos e indicaciones de sus organizadores se fueron cumpliendo con respeto por parte de los marchistas. La cantidad de los mismos fue extraordinaria y la gente se movilizó por sus propios medios. El contraste con la coreografía de la actividad oficialista en la avenida Bolívar fue mayúsculo. Esto fue, como dicen los militares, un POV o un procedimiento operativo vigente, aquello fue una expresión libre y decidida del pueblo soberano.

Como era de esperarse, la hegemonía no escatimó esfuerzos para tratar de boicotear la “Toma de Caracas”. Trancando o restringiendo las vías de acceso a la capital, reduciendo el sistema de transporte público estatal, deteniendo a las patadas a diversos dirigentes opositores, expulsando del país a periodistas extranjeros, impidiendo el sobrevuelo de aviones no gubernativos, censurando a muchos medios de comunicación, y acusando a la marcha de pretender dirigirse a Miraflores para provocar un baño de sangre.

Nada nuevo bajo el sol de la hegemonía roja, salvo en un aspecto esencial. Antes, el país podía estar dividido en dos partes políticas de similar magnitud popular o electoral. Ahora esa polarización quedó atrás. Una nación que en un 80% rechaza el régimen imperante y en particular a su representante oficial, Nicolás Maduro, no es una nación polarizada. Al contrario, es una nación bastante compacta en la dirección de exigir un cambio sustancial, y ese cambio, hasta ahora, se ha buscado hacer valer mediante el referendo revocatorio, convertido por la hegemonía, a contravía de la Constitución, en un laberinto cada vez más escabroso.

¿Eso va a cambiar? Depende de la renovada lucha que la marcha del 1° de septiembre permite avizorar. Ya el cacerolazo nocturno del mismo día fue una sonora campanada. El comunicado de la MUD anuncia nuevas movilizaciones y eso es positivo. La población venezolana, en todas las regiones y sectores sociales, luce más dispuesta que nunca. La razón principal por la cual Maduro se tiene que ir, no es de mera confrontación política, o de la consabida lucha por el poder, o de antagonismos ideológicos insuperables. No. Es porque Maduro no hace sino hundir a Venezuela. Es lo que sabe hacer y lo hace muy bien. Para levantarla, por tanto, Maduro tiene que salir de donde está. Esto lo comparte, repito, el 80% de los venezolanos. Y el porcentaje va en aumento.

Por eso, la marcha fue mucho más que un desahogo, que un saludo a la bandera para que no se diga que la MUD está dormida en los laureles. La marcha tampoco fue un torneo de figuras públicas o proto-candidatos. Sin quitarle meritos a nadie, el gran protagonista fue el pueblo venezolano, paciente y perserverante si los hay. Esperemos que la Toma de Caracas sea una inflexión profunda en el camino para superar la hegemonía. Que la fuerza demostrada siga acuerpándose con firmeza y responsabilidad. Que los llamados a ejercer el liderazgo lo hagan con un compromiso radical. Venezuela quiere, tiene, debe y merece una oportunidad de verdadero cambio. Hay que empujarlo con la Constitución en la mano y con toda la energía de la protesta social y política.

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