Opinión Internacional

En dos programas distintos, lo mismo

Mientras las encuestas más serias señalan un marcado deterioro de la imagen del Gobierno, el presidente Chávez lanza en su programa dominical Aló, Presidente del domingo pasado nuevas promesas e ilusiones a los venezolanos, al mismo tiempo que la BBC transmite una entrevista que le fuera hecha días antes, en París.

Dos espacios distintos, pero el discurso es el mismo. Ligerezas y contradicciones le caracterizan.

Sin terminar todavía los trabajos del tren de los Valles del Tuy y de la conexión con Los Teques, iniciada hace años por los gobiernos anteriores, el Presidente hace el fantástico anuncio de la construcción de la red ferroviaria nacional que cubrirá las ciudades de San Cristóbal, Barinas, Guanare, Acarigua, Tinaco, Dos Caminos, El Sombrero, Chaguaramas, El Tigre y Anaco hasta llegar a Maturín.

Un proyecto que muestra la extremada ligereza con que el Gobierno aborda los problemas nacionales y sus soluciones. “Ya tenemos una parte de esta línea central proyectada y ya aprobé los recursos para comenzar a hacer los trabajos iniciales”, afirmó Hugo Chávez con la forma gramatical a la que recurre normalmente que muestra que no hay ninguna diferencia entre Presidente y Estado.

Pero, este fantástico anuncio no pareció ser suficiente para tratar de modificar la percepción de la mayoría de los venezolanos sobre su gobierno y recuperar el espacio que parece se le hace cada vez más pequeño al oficialismo. Había que anunciar algo más, crear más expectativas a los venezolanos.

Nuevos programas, mientras todavía están en desarrollo las fases I y II de las famosas misiones, sin los resultados esperados.

El Presidente anuncia la reconstrucción de centros educativos, abandonados estos últimos años por su propia administración; y la creación de ciudades educativas, ciudades judiciales, ciudades universitarias.

Y como si las cifras no tuvieran ningún significado, el Presidente señala que el costo de algunos de estos centros estaría entre los 5 y los 7 millardos de bolívares.

Una imprecisión patética que muestra la poca importancia que tienen nuestros recursos y la falta absoluta de controles.

El mismo domingo, en un escenario totalmente distinto, se transmite la entrevista que le hiciera días antes el periodista Robin Lustig en su programa Hard Talk, de la BBC de Londres.

Si bien en el programa nacional sus acompañantes mostraban el mayor regocijo por los nuevos anuncios y promesas del Presidente; los británicos, los europeos y los venezolanos que pudieron ver la transmisión de la BBC no sintieron la misma emoción al escuchar sus declaraciones, muchas contradictorias y evasivas, durante los 52 minutos de la entrevista.

El Presidente no podía dejar de referirse a Estados Unidos, para satisfacer a aquellos, allá y acá, que critican las políticas de Washington y al presidente Bush. Así, insinuó que el gobierno de Estados Unidos era terrorista al proteger a los señalados por estos crímenes; que la administración Bush había planificado un “golpe” en su contra en 2002 y preparaba una invasión a Venezuela quizás para apoderarse del petróleo, como en Irak.

Tras esas declaraciones contundentes, paradójicamente, el Presidente reconoce que una colaboración más estrecha con Estados Unidos “es deseable y posible” lo que no se descarta en Mar de Plata en donde podría quizás recordarle al presidente Bush lo que le dijo hace unos años en Seattle: I want to be your friend.

La política y el comercio se separan expresamente cuando los principios y la ética —tan aludida por los revolucionarios bolivarianos— no sustentan las acciones.

La calificación de “tipo pragmático” —que no debe enorgullecer a nadie— dada al Presidente venezolano en días pasados por el presidente del Consejo italiano, Silvio Berlusconi, se confirma cuando, después de las afirmaciones anteriores, dice en su entrevista a la BBC que se contenta de venderle a Estados Unidos 1.500.000 barriles de petróleo diarios, mientras estudia la posibilidad de abrir mecanismos para vender gasolina a los pobres de ese país. Agregó el mandatario nacional que hay muchas inversiones estadounidenses en Venezuela. “Acabo de entregar hace 2 semanas una licencia para producción de gas a la empresa Chevron-Texaco”, dijo en igual forma personal.

Durante la entrevista afirmó con la naturalidad que le caracteriza su apego a la democracia, lo que espera, por supuesto, una audiencia democrática y progresista en el viejo mundo; pero a la vez —y acá de nuevo la contradicción— se declaró amigo de los presidentes de Irán y de Zimbabue, no precisamente los más representativos de la democracia en el mundo. Sus manifestaciones de respeto a su colega Mugabe motivan la reflexión.

Completó su postura contradictoria afirmando, en relación con la libertad de prensa en Venezuela, que “… no hay ninguna libertad ilimitada, no puede haberla. Toda libertad debe de ser regulada. Y la libertad de expresión, el uso de los medios de comunicación sobre todo, debe ser regulado”.

Estas son sólo dos de las tantas contradicciones mostradas en la entrevista del domingo en París que, sin duda, debe ser examinada en su integridad con el mayor cuidado por los políticos europeos, los izquierdistas del viejo continente, los analistas políticos incluso, aquellos especializados en las ideologías del siglo XXI.

La conclusión no puede ser otra. Posturas encontradas que reflejan un pragmatismo muy aventurado que muestra lo que realmente es el proyecto revolucionario bolivariano. En dos programas distintos, lo mismo. Más promesas, más contradicciones.

En resumen, inconsistencia típica del populismo y de la demagogia que invaden ahora —y muy peligrosamente— a América Latina.

* este artículo fue publicado en El Nacional – Jueves 27 de Octubre de 2005 A/10

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