Opinión Nacional

Se les alborotaron los diablos

Alguien dijo, cuando Chávez salió de Yare, que con él se vinieron todos los diablos. No los danzantes, sino los verdaderos que él creó, y que siempre le acompañaron durante su atolondrada y malévola vida, tan rara, que existe la duda si la vivió con fe cristiana o encarnada con un diablismo oportunista. Su manifestación más fehaciente, fue la de utilizar a Cristo como reliquia y amuleto para engatusar a “su pueblo”. Sin dudas, la encubierta de las falsas promesas de su discurso, practicada por todo su séquito y heredada por “su hijo” Nicolás, que ya no calan en la paciencia del venezolano, y por ello les dijo NO el 14-A.

No sabemos, si los diablos chavistas son rusos, iraníes, bielorrusos o cubanos, pero si sabemos que son del “más allá”; de ese mundo en el que creen estos “revolucionarios” que “Chávez vive”, pero que su influencia no es suficiente para retorcer la voluntad de Dios. Ese Todopoderoso que no nos abandona y en quien confiamos los cristianos de buena voluntad. Ese Dios verdadero, que no es pantomima, ni se presta para edulcorar la maldad ni el engaño.

Muchas veces dijimos, que nos intranquilizaba la sospecha sobre la malignidad e ingenuidad de la mente de quien importunadamente ejercía la presidencia de nuestra República, pero que, sin animarnos la política, ni el enfrentamiento a una crítica situación de desequilibrio mental a priori, exhortábamos a nuestros potenciales lectores, para que con sincero equilibrio trataran de encontrar respuesta a la distorsionante conducta del para entonces presidente Chávez, a quien consideramos un personaje o sujeto fuera de serie, que nos atrevimos a calificar de “raro ser humano”. Como vemos el desenlace, luego de su muerte, que el mismo anunció y hasta se atrevió a nombrar sucesor, dejó de ser de humanidad cristiana. Solo vimos su ruego al Cristo de la Grita, para que le concediera “un poco más de tiempo” para terminar su obra, que solo un demente pudo haber calificado de valiosa. Un país en bancarrota y en derrumbe social, donde la oposición no era más que escoria y asociación de piltrafas, como se atrevió a llamarla el pederasta violador familiar de Nicaragua.

Hoy, no podemos dudar del alma enceguecida y perversa de este maligno personaje, que logró contagiar a todos los que lo idolatraron y siguieron en la hechura de su amargo espíritu diluido en el veneno de su patológica conducta. Esa, que le permitió el diabólico lema de “patria, socialismo o muerte”, con el que quiso abrir el desenfreno de su turba, que creyó creciente e invencible, desafiando el poder de Dios, para quien la muerte es solo un paso natural a la eternidad sin condición; nunca el arma desafiante para amedrentar al hombre digno y de buena voluntad.

Al final, como era de esperarse, se soltaron los diablos del “chavismo”, y de baile de diablos, cuando no hay exorcismo, nada bueno puede esperarse. Ya el pueblo se dio cuenta de su error y credulidad en la mentira. Ya nada espera, ni de “revolución”, ni de “socialismo”. El pueblo ya despertó. Entendió quienes son los oligarcas y quienes los miserables. Ya dejó el pendejo atrás, confiando en las muestras que ha dado la oposición con su sacrificio. El candidato Capriles les hizo abrir los ojos, y esperan ver la luz en la salida del túnel en que los metió Chávez con su locura y sus diablos, y esperamos que la malignidad no se haya inoculado sin cura en todos los poderes, que no son sus gestores, rectores, magistrados y comandantes, ya que en el infierno no hay paila pa’ tanta gente.

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