Opinión Internacional

La Otra China

Cuando se habla del éxito económico chino muchos olvidan la contribución que millones de chinos de la otra China, constituida por Taiwan, Hong Kong, Singapur y Malasia, aportaron para sacar de la miseria a sus connacionales de China comunista.

Mientras la China maoísta se dedicaba a crear cooperativas agrícolas controladas por la burocracia partidista, la otra China, específicamente Taiwán, se enfrascaba en un ambicioso plan agropecuario que incrementó la productividad en cultivos de arroz y vegetales, en la cría de ganado y de aves de corral. Formosa daba así de comer a los tres millones de chinos emigrados con el arribo al poder de los comunistas en el territorio continental.

Mientras la China comunista diseñaba el fantástico plan industrial para producir toneladas de acero en el famoso salto adelante, que causó la gran hambruna donde perecieron millones de campesinos, Taiwán, con capitales chinos procedentes de EEUU, se comprometía en un ambicioso plan de sustitución de importaciones que al cabo de cinco años le permitió iniciar la exportación de bienes de capital por decenas de miles de millones de dólares.

Mientras la China marxista se empeñaba en hacer la revolución cultural obligando a millones de chinos a enarbolar el librito rojo de Mao y a organizar festivales de juventudes arreadas como corderos para aplaudir el culto a la personalidad, los chinos emigrados a países con libertades políticas y económicas se dedicaban a crear empresas generadoras de empleo para su juventud y a desarrollar con su trabajo la economía de sus nuevas patrias.

Es necesario recordar que la otra China, sólo en Asia, con cerca de 35 millones de habitantes, alcanza un producto per cápita promedio de 26 mil dólares, exporta más de 600 mil millones de dólares y mantiene reservas internacionales por 470 mil millones de dólares. La población de esa otra China posee 36 millones de celulares y 22 millones de unidades de telefonía fija y tan sólo 1% de la población vive en estado de pobreza.

Cuando la China socialista, comenzó su proceso de apertura económica en 1980, fueron los capitalistas de la otra China, los primeros en aportar decenas de miles de millones de dólares en inversión anual. Ellos han sido los principales artífices del llamado “milagro chino”.

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