Diálogo (V)
La primera es del papa Francisco: «Sigo con atención los acontecimientos que se están sucediendo en Venezuela. Los acompaño con viva preocupación, con intensa oración y con la esperanza de que se busquen y se encuentren caminos justos y pacíficos para superar el momento de grave dificultad que el país está atravesando. Invito al querido pueblo venezolano, de forma particular a los responsables institucionales y políticos, a rechazar con firmeza todo tipo de violencia y a establecer un diálogo basado sobre la verdad, en el mutuo reconocimiento, en la búsqueda del bien común y en el amor por la nación».
Y agrega Su Santidad: «Pido a los creyentes orar y trabajar por la reconciliación y la paz. Unámonos en una oración llena de esperanza por Venezuela». Más claro, imposible.
Cito también la declaración de la Conferencia Episcopal Venezolana del 2 de mayo de los corrientes: «Los obispos de Venezuela, conscientes de la gravedad del momento que vive el país, creemos que la situación a la que se ha llegado debe mover a todos los venezolanos a una reflexión serena con una actitud de respeto y diálogo».
Por último, cito al reverendo padre José Virtuoso, S. J., rector de la Universidad Católica Andrés Bello: «Una sociedad dividida como la nuestra tiene ante sí el reto de reconocer sus diferencias para respetarlas y encontrar sus coincidencias para seguir avanzando como colectividad».
Y agrega el padre Virtuoso: «El diálogo es el mecanismo más civilizado para ello. Un diálogo basado en la verdad, el reconocimiento mutuo, la búsqueda del bien común y el amor por la nación».
Ojalá esos mensajes lleguen hasta los oídos y los corazones de nuestros líderes políticos, tanto del Gobierno como de la oposición, pero sobre todo del Gobierno, que son los que deben tomar la iniciativa y rectificar su cultura de la confrontación por una cultura de diálogo, respeto e inclusión.
En artículos anteriores dejé dicho cuáles deben ser en mi opinión los actores y los contenidos del diálogo.
Estamos a tiempo de ahorrarle a esta generación de venezolanos el trauma recurrente en toda nuestra experiencia como nación independiente, de acudir a la violencia y al odio para dirimir o agravar nuestras diferencias.
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