El tercer puente del río Bósforo, sueño de una “nueva Turquía”
El tercer puente del Bósforo, inaugurado el viernes en Estambul, es una de las grandes obras anheladas por el presidente turco Recep Tayyip Erdogan para construir una «nueva Turquía», en las que sus detractores ven «delirios de grandeza».
Con este proyecto de envergadura, Erdogan pretende dejar una nueva huella en la historia de la Turquía moderna, marcada por la construcción de los dos primeros puentes del Bósforo (1973 y 1988). El puente suspendido más largo del mundo ha costado 900 millones de dólares e incorporará circulación ferroviaria y tráfico rodado.
El acontecimiento también supone la ocasión de un breve momento de gloria en un país todavía aturdido por el golpe de Estado fallido de hace un mes y medio. Además, coincide con el envío de tanques al norte de Siria y con un atentado mortal, atribuido a combatientes kurdos, en el sureste del país este viernes.
En un reflejo de su impresionante dimensión, el puente heredó el nombre del sultán Yavuz Selim, que conquistó extensas áreas de Oriente Medio durante un reinado de ocho años y que sigue siendo muy respetado entre los turcos.
En los últimos años, el presidente turco, que gobierna en el país desde 2003, ha multiplicado proyectos de urbanización muy ambiciosos, a menudo anunciados a bombo y platillo. En Estambul, ciudad de la que fue alcalde, se inauguró en julio la faraónica mezquita de Çalmica, uno de sus grandes trabajos.
La mayoría de estas construcciones persiguen descongestionar esta metrópolis de 18 millones de habitantes, muy afectada por la contaminación y los monstruosos atascos, uniendo las orillas europea y asiática.
«Todo el mundo debe saber que nosotros construimos el futuro de Estambul al mismo tiempo que protegemos su historia», afirmó a la AFP el ministro de Transporte, Ahmet Arslan.
Escaparate político
En 2015, Erdogan volvió a lanzar la idea de un canal paralelo al estrecho del Bósforo, que prevé la excavación de una vía acuática de 43 kilómetros de largo entre el mar Negro, al norte, y el mar de Mármara, al sur, en la parte europea de la mayor ciudad de Turquía.
Por otro lado, el gobierno anunció para 2020 un «megaproyecto» de túnel bajo el estrecho del Bósforo, dotado de tres niveles y 6,5 kilómetros de largo.
«Desde que fuera elegido, Erdogan no ha dejado de tener la vista puesta en Estambul, de la que ha hecho un verdadero escaparate político», explicó a la AFP Jean Marcou, profesor del instituto Science Po de Grenoble (Francia) e investigador asociado en el Instituto Francés de Estudios Anatolios.
Estas construcciones contribuyen a reforzar la potencia del régimen, justo cuando el país parece debilitarse por el aumento de los atentados en su territorio y el conflicto con los kurdos.
Entre otras grandes obras, figuran líneas ferroviarias de gran velocidad y la apertura de nuevas centrales hidroeléctricas y térmicas, muchas de las cuales fueron dirigidas por el nuevo primer ministro, Binali Yildirim, fiel aliado de Erdogan y exministro de Transporte.
«A largo plazo, todos estos grandes proyectos diseñan una nueva Turquía con cuyo respaldo Erdogan espera contar», subrayó Marcou.
Masacre medioambiental
Una política de grandes proyectos, orquestada por el Partido de la Justicia y Desarrollo (AKP), en el poder, que ha sido objeto de las críticas de detractores que denuncian «proyectos locos» en busca de la grandiosidad y la rentabilidad.
La iniciativa más controvertida es la de la construcción de un tercer aeropuerto, que debería estar finalizado en 2018 y que permitirá acoger a 200 millones de pasajeros.
El anuncio provocó la ira de las organizaciones ecologistas, que denunciaron «una masacre medioambiental» en una zona boscosa situada cerca del lago Terkos, uno de las seis principales reservas de agua potable de Estambul.
Hace tres años, el proyecto de reconstrucción de un cuartel otomano donde se encuentra el parque Gezi provocó violentas protestas contra el gobierno en la plaza Taksim.
«Vemos que [las protestas] hicieron vacilar al gobierno pues, desde hace tres años, no ha tocado el parque Gezi», recordó Marcou. «Indiscutiblemente, el gobierno se vio obligado a tomar en cuenta la resistencia».