Opinión Internacional

Fracaso, mediocridad y vergüenza

El fracaso, la mediocridad y la vergüenza acompañan a la «diplomacia» bolivariana, una fiel proyección de la gestión de un régimen arbitrario e intolerante. El fracaso y la mediocridad pertenecen exclusivamente al régimen, la vergüenza, tristemente, la compartimos porque el país es de todos, lo que no han llegado a comprender quienes hoy detentan el poder.

Son muchos los fracasos y los desprecios afuera, también las vergüenzas. El rotundo fracaso de los bolivarianos en su intento por ingresar al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas es la mejor muestra de la crítica situación que atraviesa el «proceso» afuera, aunque el jefe de la campaña en Nueva York anuncia, con el cinismo que les caracteriza, que todavía es posible obtener el puesto y que siguen «rodilla en tierra (…) para conservar los votos». Al fracaso y a la mediocridad se une el cinismo, en este caso. Eso es de ellos, la vergüenza es de todos.

Los indudablemente derrotados bolivarianos insisten, de la manera más irresponsable, en bloquear la elección e impedir, por todos los medios, el ingreso de Guatemala al Consejo de Seguridad. Se recurre, lamentablemente, a maniobras impropias, irrespetuosas e inescrupulosas, ajenas al medio diplomático, para descalificar a Guatemala. Se rompen las reglas de juego lo que no deja de ser grave por que los precedentes, en las Naciones Unidas y en al vida internacional, son sumamente importantes.

El objetivo perseguido por los bolivarianos es «golpear» al imperio, «acorralarlo» y «destruirlo.» Al mismo tiempo, impedir que «su candidato», Guatemala, logre ocupar el puesto. Una actitud descabellada que confirma la naturaleza y las intenciones de la mal denominada revolución bolivariana. Para los revolucionarios criollos este es el triunfo. Nada más.

Las representaciones de Guatemala y de Venezuela, por iniciativa de Ecuador, coordinador del grupo regional (Grulac), iniciaron contactos, como es usual en estos casos, para buscar una salida, siendo la ideal y más lógica, el retiro de Venezuela superada en todas las votaciones por Guatemala. En la primera ronda del martes pasado, la ventaja era de 30 votos, es decir, más de 30% de diferencia lo que confirma la tendencia definitiva.

Esa es la práctica seguida en el organismo en estos casos, aunque ha habido algunas excepciones, una de ellas protagonizada por los «hermanos cubanos» hace algunos años. Pero, los bolivarianos, contrariando esa lógica, presionan el retiro de Guatemala, a cuyo gobierno, en un acto poco amistoso, acusan de «bloquear el consenso».

El régimen bolivariano es intolerante en sus políticas internas, en su diplomacia no lo es menos, lo que se confirma cuando, pese a su solicitud, las autoridades venezolanas, el vicepresidente Rangel, concretamente, no recibiera al vicepresidente guatemalteco para intercambiar opiniones y buscar una solución a esta crisis desatada por la actitud venezolana.

La «diplomacia bolivariana», no es más que el fiel reflejo de la política interna. Los estudiosos de las relaciones internacionales pueden ver una perfecta armonía entre las políticas internas, caracterizadas por la imposición y el irrespeto; y, la acción externa en donde se dan muestras en igual dirección.

El régimen bolivariano no solamente ignora deliberada e irrespetuosamente la derrota y bloquea el consenso necesario en estos casos, sino que de la manera más descarada, recurriendo al tan criticado unilateralismo, propone candidatos intentando convertirse en el árbitro regional. En un momento ilusionó a Bolivia, pero sólo por horas, por que la reacción de los países de la región era la de esperarse. La Venezuela bolivariana no tenía ninguna capacidad para presentar un nuevo candidato y menos para imponerlo.

Mas tarde, derrotados nuevamente los bolivarianos, al querer «ingresar» a Bolivia por la puerta de atrás, se sugirió la construcción del consenso alrededor de República Dominicana, país que, por cierto, apoya a Guatemala desde el comienzo. Un ensayo para ver la reacción de la comunidad latinoamericana y lograr edificar un triunfo político. Un eventual consenso alrededor de República Dominicana, piensan los arquitectos revolucionarios, podría significar un triunfo rotundo de su «diplomacia». Pero, hay que estar claros, por que el jueves todo debe estar defi nido, el consenso alrededor de la República Dominicana no podría ser visto como un «triunfo» de la «diplomacia» bolivariana. Todo lo contrario, sería el más claro reflejo de su derrota y de la torpeza con la que manejó la candidatura, el trío dinámico Arias, Valero y Chaderton.

La mediocridad, tristemente para ellos, les acompaña fielmente, antes, durante y después del fracaso.

El fracaso y la mediocridad; y, la vergüenza como consecuencia, están presentes también en otros escenarios internacionales, no solamente en el ámbito bilateral en donde los incidentes con los gobiernos de los países amigos han sido frecuentes y lamentables pero sobro todos costosos para el régimen.

El nivel de los representantes venezolanos, la mayoría recién ingresados al servicio, sin formación, ni vocación; otros, muy pocos, nacidos en la cuarta república, pero igualmente mediocres, al servicio del totalitarismo que se trata de imponer, muestran que ese es, precisamente, uno de los puntos más débiles del «proceso revolucionario», lo que horroriza a los cubanos que confían en la «eternidad» del «proceso» para sobrevivir el postcastrismo que cada vez está más cerca.

Las misiones venezolanas en el exterior están dedicadas, principalmente, contrariando los principios más elementales de las relaciones internacionales, a gerenciar los desprestigiados círculos bolivarianos, oficinas de relaciones con grupos minoritarios de los países en donde están acreditados, beneficiarios todos de la «revolución» criolla. Funcionarios muy activos, es cierto, pero en la lucha por conservar la cuota de poder que creen les corresponde por su pertenencia al proceso, como lo deja al descubierto, en un informe público, la hasta hace poco encargada de la misión ante las Naciones Unidas en Ginebra. Una verdadera vergüenza que distintamente al fracaso y a la mediocridad de los bolivarianos, debemos compartir.

La comunidad internacional entiende cada vez menos el contenido y el sentido de este proyecto político que sin pie ni cabeza ha fracasado y que se termina de hundir en la mediocridad de sus promotores, por lo que sentimos, sinceramente, una profunda vergüenza.

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