Opinión Internacional

Pierden la silla y la cabeza

El resultado de las primeras vueltas en el proceso de elección de los
miembros del Consejo de Seguridad, por la Asamblea General de las Naciones
Unidas, ha sido el esperado. Una mayoría relativa pero contundente y clara, a
favor de Guatemala y algunos votos para Venezuela, en espera de nuevas
rondas, siempre ante el necesario surgimiento de una tercera opción para
evitar el enfrentamiento y la desintegración regional provocada por las
aspiraciones desmedidas de Caracas.

La “diplomacia” bolivariana, concebida y ejecutada por los insignes
diplomáticos y estrategas criollos, Valero, Arias Cárdenas y su asistente
Chaderton, incoherentemente reafirmará su poder al “aniquilar el imperio”
y aceptará la tercera opción (Republica Dominicana, Uruguay o Costa Rica)
en un gesto de “franca solidaridad con los pueblos de América y del mundo”.

De nuevo, la tergiversación y la manipulación con fines perversos.

Independientemente del resultado de esta elección, cuya tendencia es clara
y definitiva, resulta lamentable que Venezuela haya jugado un papel tan
deplorable en este proceso, descalificando a Guatemala desde el comienzo,
para ubicar “fantasiosamente” el debate con Estado Unidos, una estrategia
equivocada y poco seria, como todo lo bolivariano, con todos los recursos
financieros y un despliegue político inusitado e inconveniente, dirigido
por el mismo presidente.

Una nueva derrota que sigue a la propiciada hace algunos meses en el mismo
escenario cuando el régimen bolivariano intentaba ingresar al nuevo Consejo
de Derecho Humanos.

Pero no se trata, como lo presenta el oficialismo con el cinismo característico, de una derrota a Venezuela, sino de un golpe directo al
régimen bolivariano, intransigente y totalitario, irrespetuoso de las
reglas y normas de convivencia democrática.

La diplomacia venezolana sostuvo siempre posiciones moderadas y respetuosas
y respetables, involucrada siempre en el consenso, hasta la llegada al
poder de la incomprensible revolución bolivariana que ha asumido posiciones
impropias tendientes, sistemáticamente, a dividir para imponerse.

El resultado no puede ser otro, a pesar de las declaraciones fantasiosas de
la “dirigencia” y los beneficiarios bolivarianos que veían la presencia del
régimen venezolano en el Consejo de Seguridad, como la salvación del mundo.

Los bolivarianos fueron demasiado lejos esta vez. Sus representantes no
podrán ocupar el asiento en el Consejo por dos razones. Primero, por que no
pueden ganar esta elección y segundo, en el hipotético caso de que
obtuviesen la mayoría, hubiera sido el representante de la democracia quien ocuparía la silla.

Hace unas semanas dijimos que los bolivarianos perdían las dos sillas. La
primera se “esfumó”, como lo dijo la televisión italiana, al referirse a
“la Venezuela de Chávez” el primer día de la elección; y, ahora, también
sin duda alguna, la de Miraflores, para la que era indispensable la
primera. Esta vez no se podrá atribuir al “malvado imperio” la contundente
derrota que les propiciarán las fuerzas del cambio y de la unidad nacional, en una sola vuelta, el 3D.

La derrota del régimen bolivariano en Nueva York debe provocar en el
oficialismo una seria reflexión sobre sus “conductas” internacionales y
nacionales, sobre sus posiciones arbitrarias que han sostenido en todos los
escenarios, en perjuicio de la dignidad de Venezuela y de los venezolanos.

Si en Naciones Unidas no pudieron imponer los resultados, en el país
tampoco lo podrán hacer y en eso deben estar muy claros. Las encuestas no
les favorecen hoy ni le favorecerán en noviembre. El tan cacareado apoyo
mayoritario a la revolución bolivariana es otra fantasía, un espejismo más,
como la Venezuela que propusieron el 98 y ahora en esta campaña por el
continuismo, libre de pobreza, de miseria, con trabajo y educación para todos.

La diplomacia no puede concebirse con una visión parroquial, con ingredientes militares y totalitarios. La imposición y el desprecio, el insulto y la irreverencia, no cabe en este espacio. Sólo el respeto mutuo, la tolerancia, la buena fe y la transparencia, tienen cabida en él.

El fracaso absoluto de la acción externa del régimen chavista, tan alabada por algunos ilusos e, incluso, por algunos opositores, deberá hacerles cambiar la estrategia agresiva que han venido desplegando. El último candidato apoyado por Chávez, quien hubiera probablemente tenido alguna oportunidad y que representaba alguna corriente de cambio en su país, fue sepultado por el abrazo de hermano del presidente venezolano. El candidato Noboa y la mayoría de los ecuatorianos tienen mucho que agradecer al régimen intervencionista de Venezuela.

Los responsables de la acción exterior del gobierno deberán ser reemplazados y los creadores y ejecutores de la peor campaña llevada a cabo por algún diplomático en el pasado, deberán regresar unos a los pasillos del poder en la capital y otros, como lo dijera en días pasados una conocida periodista, a reabrir el geriátrico de Barinas, pero nunca cerca de los comandos Miranda o Maisanta.

La diplomacia es cosa seria, como lo es el ejercicio del poder. Cuando no se actúa con la razón se pierden el respeto y los espacios. Si el unilateralismo, provenga de donde provenga es condenable, la visión unidimensional, la que propicia el fracasado régimen bolivariano, lo es también. La forma grosera e irreverente de relacionarse acaba con las intenciones, incluso con las malas, como en este caso.

Los bolivarianos pierden sillas, pero lo más grave y peligroso, es que pierden la cabeza. Ojala ese desmoronamiento de la razón por el fracaso aquí y allá no traiga como consecuencia más intimidación y políticas de terror para asegurarse el poder el 3D.

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