Pretensiones imperialistas
Las pretensiones imperialistas del régimen venezolano generan preocupación -y de manera muy seria- en el país, en la región, en el mundo. La dirigencia política regional, en particular, que veía la expansión criolla sin mayores temores, ahora corre para detenerla y evitar la desintegración de la región que se acentúa marcada y peligrosamente.
Estamos ante un proyecto político confuso, sin sentido, contradictorio, de corte imperialista que desvirtúa el sentido y el alcance de las relaciones de solidaridad y de cooperación entre nuestros países que se traducen ahora en una asistencia interesada y mal intencionada. Un proyecto basado en el exclusionismo y en la arbitrariedad que busca sustituir los liderazgos regionales y mundiales, mal utilizando la riqueza petrolera en las relaciones intrarregionales para crear dependencia y sumisión.
El proceso latinoamericano va en sentido contrario. De la integración y el progreso cae a la desintegración y el empobrecimiento. Sin poder enterrar el ALCA o los tratados de libre comercio, el régimen venezolano sepulta la Comunidad Andina de Naciones (CAN), golpea desde adentro y con menos legitimidad aún, el MERCOSUR, al mismo tiempo que anuncia el fin de la cooperación con México y Colombia en el marco del Grupo de los Tres (G3). Todas estas “iniciativas”, de indudable confección habanera, son ejecutadas sin consulta, acción arbitraria propia de un régimen de esta naturaleza que se agota en medio de su propio fracaso.
El régimen bolivariano intenta penetrar en los otros países, violentando los principios y normas más elementales de las relaciones internacionales, aunque su dirigencia lo niegue reiteradamente. En Perú hasta hace poco, en Uruguay y en Bolivia antes, en El Salvador hace tiempo, todavía en México. Ejemplos de la odiosa pretensión imperialista sobran.
La venta de combustible y la asistencia directas a los alcaldes y “comunidades amigas”, comenzando por el Bronx y siguiendo por algunas entidades internas -lo que violenta la forma tradicional de las relaciones internacionales- en El Salvador, México, Nicaragua, evidencian el carácter exclusionista del régimen venezolano. Los que no están con el proceso revolucionario son excluidos de los beneficios del petróleo. El régimen venezolano escoge sus socios en el exterior, en base a la “ayuda” petrolera. La “selección” de países amigos no es más que la versión internacional de la odiosa lista Tascón en la que se “fundamenta”’ la democracia participativa y protagónica que promueve el régimen bolivariano.
El petróleo está a la base de la pretensión expansionista e imperialista de la Venezuela de hoy. Las necesidades energéticas obligan a los países más necesitados a acercarse y tolerar los despropósitos del régimen venezolano, unido formalmente a la dictadura cubana y al nuevo gobierno dependiente de La Paz.
El presidente Oscar Arias expresa su preocupación, pocas horas antes de asumir la presidencia de su país, por la eventual suspensión de la cooperación energética que ofrece Venezuela junto a México, que beneficia en forma verdaderamente solidaria, desde hace muchos años, a países centroamericanos y del Caribe.
Una preocupación sin fundamento que muestra el poder del petróleo. Venezuela no puede suspender arbitrariamente este programa, simplemente por que se trata de un compromiso jurídico y político que tiene con los países beneficiarios. No podrá, sin consecuencias, aplicar la lista de Tascón, como lo hace en el ámbito interno. Se trata de obligaciones serias que no pueden ser inobservadas por caprichos segregacionistas. La amenaza de suspender el programa de San José busca arrinconar a los gobiernos de la región que requieren de tal asistencia para su estabilidad y desarrollo internos, para colocarlos bajo el imperio del petróleo.
Intentar liderar la región en base a las necesidades energéticas y de otra índole de los demás es absolutamente inaceptable. No hay reacciones directas, por ahora, de parte de la dirigencia regional. Es cierto. Pero ese silencio no significa tolerancia o aceptación de la supremacía criolla. Todo lo contrario, una prudencia que se mueve en buena dirección.
Ante el pretendido poder imperial criollo, deberá surgir la corriente democrática de la región. El triunfo de la democracia en Perú, Costa Rica, Colombia, El Salvador, Panamá abrirá el debate equilibrado entre dos corrientes bien definidas. Las posiciones mesuradas de las democracias chilena y uruguaya y la discreción que se avecina de los gobiernos de Argentina y de Brasil, dibujan el comienzo de un cambio democrático en la región, sobre el cual tendrá que pronunciarse el ineficiente secretario general de la OEA, Insulza.
La historia, ignorada por la dirigencia oficialista, muestra que los excesos han sido determinantes en la caida de las dictaduras y los gobiernos totalitarios. Con más razón cuando se trata regímenes con ínfulas imperiales.