En la Haya hay esperanza
Slobodan Milosevic, el responsable de la limpieza étnica de más de 300 mil musulmanes bosnios y albanokosovares, falleció antes de que su juicio por genocidio culminara en el Tribunal de La Haya. Muchos ciudadanos de la ex Yugoslavia, tanto de grupos étnicos víctimas de su racismo, como serbios que alguna vez lo apoyaron, lamentan que Milosevic, murierá antes de escuchar el veredicto de la justicia internacional, pero aun así, es uno de los pocos genocidas y tiranos que en tiempos recientes al menos debió enfrentar públicamente los cargos en su contra.
El otro es Sadam Hussein pero su caso es más polémico por la negativa norteamericana de entregarlo a una corte internacional que garantice neutralidad en su proceso.
Mejor suerte han corrido los peores tiranos de las últimas décadas y de una larga lista que debería hacernos temblar ante la cantidad de dictadores que cometieron crímenes de lesa humanidad, abundan quienes tuvieron tiempo para escapar, luego de ser derrocados, para luego vivir “exilios dorados”. En 1979, por ejemplo, cayeron Anastasio Somoza, el último autócrata de la dinastía de dictadores nicaragüenses, que huyó con su familia a Miami en 1979 y fue asesinado al año siguiente en Paraguay; el Shah de Irán, Mohamad Reza Palevi, quien falleció en Egipto de cáncer en 1980, e Idi Amin Dada, el despota caníbal de Uganda que se refugió en Libia y falleció en Arabia Saudita en 2003 luego de disfrutar de sus riquezas. Ferdinand Marcos, el dictador que gobernó Filipinas de 1965 a 1986 murió en Hawai tres años después de su caída y Jean-Claude Duvalier, quien heredó la presidencia y la crueldad de su padre Papa-Doc en 1971, huyó a Francia en 1986 y aún vive lujosamente en ese país, al igual que Alfredo Stroessner, dictador paraguayo desde 1954 hasta 1989, que vive sin mayores disturbios en Brasilia.
La lista de responsables de muchas muertes y sufrimiento que lograron exilarse y evadir la justicia, es muy larga y los hay, como Augusto Pinochet, quien a pesar de ser tardíamente requerido por la justicia chilena, por muchos años se dio una gran vida en su país y como Fidel Castro, el más longevo dictador latinoamericano, que sigue sometiendo a su nación mientras los países del continente ignoran hipócritamente sus crímenes y represión contra disidentes cubanos.
Así las cosas, al menos el caso de Milosevic demuestra que aunque tarde, es posible hacer algo de justicia.