Opinión Internacional

Los Tiempos de Nueva York

Las recientes denuncias publicadas por The New York Times (NYT) sobre el espionaje telefónico que Bush autorizó tras los atentados del 11-11-2001 sin la aprobación de una ley previa para invadir la privacidad de miles de ciudadanos, son interpretadas por algunos analistas como una estrategia del diario para recuperar algo del prestigio perdido durante la guerra de Irak.

Hace un año los editores del NYT, que junto al Washington Post y The Wall Street Journal, es considerado uno de los más combativos de Estados Unidos, pidieron disculpas a sus lectores por la excesiva cautela del diario en la cobertura de la guerra de Irak ante el dilema que los medios de comunicación confrontaron para lograr un balance entre la seguridad nacional exigida por el gobierno y su función en la búsqueda de información verídica y neutral. El NYT reconoció haber endosado al gobierno, sin suficientes pruebas, en la tesis de que Sadam Hussein poseía armas de destrucción masiva, así como de censurar algunas imágenes de fotografías de cadáveres de tropas norteamericanas y torturas a iraquíes durante el primer año del conflicto. El Mea Culpa incluyó la admisión de sostener una postura editorial permisiva hacia las políticas antiterroristas de la administración Bush que en retrospectiva, conceden, fue contraproducente para la democracia del país y reiteran disculpas, por supuesto, por sus escandalosos errores en el caso del periodista Jayson Blair a quien le publicaron decenas reportajes inventados durante el año 2002 sin haberse cerciorado de su veracidad, aunque el diario ya había intentado reparar el daño con detallados reportajes de sus fallas para evitar que las falsas historias de ese columnista fuesen impresas.

Con estos antecedentes se puede comprender el escepticismo de quienes aseguran que el NYT ahora ataca al desgastado gobierno de Bush para recuperar la confianza de sus lectores y sin embargo, no es procedente juzgar a esta columna vertebral de la prensa norteamericana sin contextualizar parte de su trayectoria desde su fundación en 1851. La parálisis que generó el 11-S, cada vez más recordado como imagen pero olvidado como emoción, coartó a toda la prensa estadounidense, así como a la oposición demócrata e incluso al independiente sistema de justicia. Fue una reacción natural para cualquier sociedad atacada de la manera como lo fue aquel aciago día, y más aún, para una nación nunca atacada en su territorio continental. El NYT, por tradición histórica, no ha sido aliado de los grandes poderes económicos de EEUU. Dos ejemplos, de muchos, así lo demuestran:
En 1971 el diario comenzó a publicar material secreto filtrado por un funcionario gubernamental sobre las decisiones de la guerra de Vietnam y luego se vio obligado a censurarlo por un decreto del Departamento de Justicia. Sin embargo, el NYT llevó el caso al Tribunal Supremo en un debate que establecería precedentes sobre la cuestión de la libertad de prensa y la seguridad nacional. Finalmente los jueces fallaron a favor del diario. que logró así, seguir publicando los llamados Documentos del Pentágono.

En 1995 el prestigioso programa 60 Minutes de la CBS denunció que una importante tabacalera ocultaba la verdad al público sobre las propiedades aditivas y dañinas del tabaco, anunciando que transmitirían un reportaje con la entrevista a un ex ejecutivo de esa corporación, Jeffery Wigand, confirmando la información. La cadena de TV decidió entonces no poner al aire la entrevista con el informante por el temor de sus abogados de una demanda millonaria ya que Wingand tenía un contrato de confidencialidad con la compañía tabacalera. Meses después el NYT, que recibió los detalles de la historia de un productor de 60 Minutes, hizo su propia investigación y dedicó una serie de reportajes sobre el caso con los nombres de todos los implicados. Tras la audacia del diario, el resto de la prensa escrita y de medios audiovisuales destaparon toda la historia y los empresarios de varias tabacaleras tuvieron que enfrentar a la justicia y a la Opinión Pública.

La prensa norteamericana lentamente va retomando su rol de Cuarto Poder ante un gobierno que por el miedo, no solo al terrorismo, sino a la fortaleza de sus propias instituciones, intentó dominar la información con relativo éxito. Pasa el tiempo y “Los Nuevos Tiempos de Nueva York”, el NYT, junto a otros medios, vuelven a la carga en su misión de ser un balance del poder.

¿Lo hacen para recuperar su prestigio? Puede ser, pero si es el caso solo lo puede recuperar quien alguna vez lo tuvo.

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