Opinión Internacional

Países desarrollados eufóricos ante ola “Socialista” Latinoamericana

Los países desarrollados de Europa, Asia y América del Norte, están “brincando en una pata” ante la estupidez de los países latinoamericanos pertenecientes al Tercer Mundo, que supuestamente por razones éticas—y mayormente, a través de pura palabrería hueca visiblemente contradicha por la triste realidad socio-económica que padecen sus pueblos—han resucitado a la Guerra Fría contra el capitalismo, el libre mercado, y la propiedad privada; rebautizándola como “anti-imperialismo”, “anti-neoliberalismo” o “anti-globalización”—es decir: “Pro-Nada”.

Porque eso lo que significa, es que los “líderes socialistas” convertirán a esos atrasados países de nuestro continente, en cada vez más dependientes de la tecnología y de los mercados de los países desarrollados.

La excepción es China, porque aunque mantiene con puño de hierro su estructura político-gubernamental socialista, hace ya 30 años que lanzó al pipote de la basura las supercherías económicas inventadas por el intolerante alemán llamado Karl Marx, y tiene esa misma cantidad de tiempo transitando—muy exitosamente—el camino del libre mercado.

El término “Tercer Mundo” fue acuñado por primera vez, por el economista Afred Sauvy en la revista francesa L’Observateur de fecha 14 de agosto de 1952 como una deliberada referencia al Tercer Estado de la Revolución Francesa (El Primer Estado fue la Monarquía y sus nobles; el Segundo Estado fue la Iglesia y su clero, y el Tercer Estado todos los demás… “el perraje”).

El término Tercer Mundo, ganó amplia popularidad durante la Guerra Fría (1945-1991), cuando muchos de los países más pobres del mundo, adoptaron ese concepto para definirse a sí mismos como no alineados, ni con la NATO (North Atlantic Treaty Organizacion = OTAN: Organización del Tratado del Atlántico Norte, pacto firmado el 4 de abril de 1949 para conformar un contrapeso militar contra la presencia—en el este de Europa—de la Unión Soviética. Sus miembros incluían a Alemania Occidental, Bélgica, Canadá, Dinamarca, Francia, Grecia, Holanda, Islandia, Italia, Luxemburgo, Noruega, Portugal, España, Turquía, el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte y los Estados Unidos de América); ni con el Pacto de Varsovia (Tratado de Amistad, Cooperación y Asistencia Mutua, firmado originalmente en la capital de Polonia—Varsovia—el 14 de mayo de 1955, y que existió hasta el 1 de julio de 1991, entre La Unión Soviética y Albania, Alemania Oriental, Bulgaria, Checoslovaquia, Hungría, Polonia y Rumania).

En ese contexto, el término “Primer Mundo” era generalmente entendido como significando Estados Unidos de América y sus aliados durante la Guerra Fría; lo que convertía al Bloque Oriental (la Unión Soviética y sus aliados) en el “Segundo Mundo”—aunque este último término rara vez fue usado.

Hoy en día, el término Tercer Mundo, se usa para referirse a los países del mundo con el menor Indice de Desarrollo Humano HDI (Human Development Index de la ONU: Organización de las Naciones Unidas); independientemente de su estatus político.

El Pacto de Varsovia colapsó, no debido a los ataques del poder militar de la OTAN, sino al claramente predecible e inevitable resultado de creerse el cuento de las supercherías económicas de Karl Marx, que establecían que un tal “Estado” con su “Plan de la Nación”; su “Control de los Medios de Producción”; sus “Controles de Precios y Salarios”; y la abolición de las libertades económicas y de la propiedad privada, es mucho más eficiente para “distribuir equitativamente la riqueza” producida por el país.

Minúsculos ejemplos, como el reciente anuncio de la intención de Cuba de comprarle—a su archi-enemigo—los Estados Unidos de América; durante 2006, unos 700 millones de dólares en alimentos, y las dificultades que están teniendo España y Brasil para venderle armas de guerra—fabricadas en esos países—a Venezuela e Irán respectivamente, porque los Estados Unidos de América les prohíben transferirle a los gobiernos de Hugo Chávez y de Mahmoud Ahmadinejad la tecnología estadounidense, son una clarísima prueba, de lo que se acentuará cada vez más, porque los neo-socialistas latinoamericanos insisten absurdamente, en concentrar otra vez, todos los recursos de su país en las manos de sus burocracias estatales.

Por eso brincan de contentos, los países desarrollados: porque no solamente ganarán crecientes mercados que les rogarán que les vendan los productos manufacturados y alimentos que ellos producen, sino que cada día se harán más débiles militarmente, fortaleciendo su seguridad y tranquilidad interior—excepto por la creciente desesperación de nacionales latinoamericanos por salir corriendo de sus países para asentarse en el territorio de los países desarrollados, como ya lo han hecho en los Estados Unidos de América, más de 42 millones de personas nacidas en América del Sur—y que por ello, los Estados Unidos de América se vieron obligados a financiar la ampliación y extensión de la construcción del vergonzoso muro anti-imigrantes ilegales, a lo largo de la frontera de ese país, con México.

Esta nueva locura, este absurdo neo-socialismo latinoamericano, le conferirá un nuevo significado al populismo que lo caracteriza: en vez de querer decir: “amor desmedido por el pueblo”, traducirá populicidio, como patéticamente tiene décadas demostrando el socialismo cubano, al convertir en esclavos del Estado a sus más de diez millones de súbditos—los que nunca han logrado realmente convertirse en ciudadanos—ni durante la colonia, ni durante la dictadura de Fulgencio Batista, ni bajo el Gulag Tropical de Fidel Castro.

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