El poder se limita con poder
Es evidente la creciente radicalización externa e interna del régimen chavista.
En el escenario internacional, Chávez está dando rienda suelta a su megalomanía mesiánica antigringa, aprovechando una coyuntura increíblemente favorable a los productores de petróleo, no sólo por los altos precios del crudo, sino sobretodo por la escasez de capacidad productiva excedente y por las graves crisis que afectan la estabilidad del sistema internacional en Palestina, el Líbano, Irán y Corea del Norte. Los Estados Unidos están demasiados ocupados y preocupados por la situación geopolítica en el Medio y el Extremo Oriente, para responder, “por ahora”, a los desplantes retóricos del caudillo de Sabaneta. En América Latina, la preocupación por la creciente intervención de Chávez en la política interna está teniendo sus efectos. En Perú y en México, facilitó la victoria de García y Calderón, varios presidentes centroamericanos han protestado por la intervención chavista en sus asuntos internos. En Brasil, en Uruguay y en Chile, personalidades y partidos del gobierno y de la oposición han manifestado severas críticas no sólo al intervencionismo y al armamentismo venezolanos, sino también al creciente autoritarismo militarista con claras aspiraciones totalitarias del chavismo. En la misma Bolivia, la excesiva presencia de Chávez tuvo mucho que ver con la disminución de la popularidad de Morales que, en plena “luna de miel”, obtuvo menos votos en la Constituyente que en las elecciones presidenciales, obligándolo a negociar con la oposición tanto la redacción de la nueva constitución, como el grado de autonomía de las regiones orientales del país. El apoyo solitario al sátrapa norcoreano, la defensa del siniestro y ridículo Mugabe, el respaldo a las ambiciones nucleares iraníes, acompañado sólo por dos Estados forajidos, como Cuba y Siria, y la amistad declarada de Chávez por El Chacal, nuestro terrorista mayor, son otras muestras de la delirante política exterior del régimen. En el exterior, el poder de la petromegalomanía venezolana está creando las condiciones para el fortalecimiento de contrapoderes. En Venezuela, en cambio, una oposición fragmentada y estúpidamente enfrentada, todavía no ha concienciado que sólo el poder limita al poder y que el poder de la oposición requiere unidad y organización, como enseñan las experiencias del Chile de Pinochet y de la Nicaragua sandinista. Pero eso queda para una próxima columna.