Levantar las sanciones económicas a Palestina
El Estado de Israel no está dispuesto a reconocer al nuevo Gobierno de Unidad Nacional Palestino ni a negociar con sus miembros. La noticia, divulgada escasas horas después de la toma de posesión del Gabinete presidido por el líder de Hamas, Ismail Haniyeh, no sorprendió a los analistas políticos, persuadidos de que las autoridades de Tel Aviv harán todo lo que esté en su poder para obstaculizar cualquier intento de diálogo con la actual coalición de partidos palestinos. El establishment hebreo volvió a insistir sobre la aceptación por parte de los palestinos de las condiciones previas exigidas para reanudar los contactos: reconocimiento formal del Estado judío, renuncia a la «violencia terrorista» y obligación de respetar el espíritu y la letra de los anteriores acuerdos bilaterales negociados con la OLP.
Aunque el Presidente Abbas hizo especial hincapié en su discurso en las exigencias de los israelíes, el primer ministro consideró oportuno reiterar el deseo de sus correligionarios islamistas de seguir el combate contra la ocupación militar hebrea. Una verdad que no gustó a la clase política de Tel Aviv, poco propensa a olvidar o a perdonar el hasta ahora enardecido discurso de la resistencia islámica. Mahmud Abbas se vio, pues, obligado a asumir por enésima vez su derrota.
En esta ocasión la postura de las autoridades hebreas no cuenta con el apoyo incondicional de sus principales aliados: Estados Unidos y el Reino Unido, que no descartan la posibilidad de mantener contactos con miembros del Gobierno de Unidad Nacional no pertenecientes al Movimiento Islámico. Por su parte, la diplomacia noruega rompió el bloqueo impuesto hace un año por Occidente, entablando el diálogo con las instituciones de Ramalah. Algunos Estados miembros de la Unión Europea trataban de hallar, la pasada semana, una salida airosa que le permitiera reanudar la ayuda económica y humanitaria al pueblo palestino. Conviene recordar que el monto de dicha ayuda ascendía a 800 millones de euros anuales, a los que se sumaban otros 450 millones, procedentes de los impuestos y/o aranceles aduaneros recaudados por Israel.
Los palestinos fueron las principales víctimas de las sanciones impuestas en 2006. Desde junio del año pasado, el Gabinete Haniyeh fue incapaz de pagar los sueldos de los 160.000 funcionarios públicos: médicos, maestros, miembros de los cuerpos de seguridad, etc. Pero el malestar generado por la asfixia del sector público resultó ser la punta visible del iceberg. Durante los últimos 14 meses, las condiciones de vida de los pobladores de Gaza y Cisjordania registraron un dramático deterioro. Según un informe elaborado recientemente por la profesora Sara Roy, del Centro de Estudios sobre Oriente Medio de la Universidad de Harvard, el 79 por ciento de los habitantes de la Franja de Gaza sobrevive con ingresos inferiores a 1,5 dólares diarios. En Cisjordania, más de medio millón de personas corría la misma suerte. El límite oficial de pobreza fijado por el Banco Mundial se sitúa en 2 dólares.
En los últimos 30 años, la economía de los territorios palestinos quedó estrechamente vinculada a Israel. El Estado judío absorbe alrededor del 80-90 por ciento de las exportaciones palestinas.
El desempleo afecta hoy al 40 por ciento de la fuerza de trabajo de la Franja de Gaza y a un 35 por ciento de los habitantes de Cisjordania. Se cree que la tasa de paro podría ascender, de aquí a finales de 2007, al 50 por ciento de la población activa.
Según las Naciones Unidas, las actividades económicas de Palestina están en constante regresión. Se calcula que en 2007 se registrará una disminución de las actividades económicas del orden del 35 por ciento, lo que colocaría la tasa de crecimiento al nivel más bajo desde 1991. Esto redundaría en la destrucción de puestos de trabajo. Los organismos internacionales estiman que en 2007 se perderá el 84 por ciento de los empleos existentes en 2005.
Para mantener un nivel de crecimiento sostenible en la Franja de Gaza, harán falta 1.517 nuevos maestros, 425 médicos, 520 enfermeras. Sin embargo, estos números se tendrían que cuadruplicar si se pretende alcanzar el nivel actual de Cisjordania.
Pero los territorios palestinos están sumidos en la dinámica de la violencia generada por la frustración, la pobreza y la anarquía. Para evitar el caos y la destrucción, Palestina necesita ayuda; una ayuda urgente, incondicional y desinteresada.
Escritor y periodista, miembro del Grupo de Estudios
Mediterráneos de la Universidad de La Sorbona (París)