Crisis, diálogo y salidas
Estamos parados sobre una nueva fase de la crisis política que vive Venezuela, correspondiente a un momento post electoral específico y sobre cuyos resultados subsisten trazas de duda. Se caracteriza principalmente por lo siguiente: caos económico, ilegitimidad política y diálogo sordo. En lo económico: estatismo, monoproducción, devaluación, escasez y alto costo de la vida. En lo político: Maduro intentando convencer y convencerse de que es Presidente, boqueando legitimar interna y externamente un gobierno que nace huérfano de credibilidad democrática, que anda por el mundo entregando petróleo express mientras aumenta aquí sueldo a los militares y se lo niega a los profesores universitarios o se lo pichirrea con un esquelético porcentaje a los empleados públicos. En lo social, dos tendencias: la que se parapetea en la polarización donde encontró muelle el desgastado proyecto del Socialismo del Siglo XXI, y por otro lado la búsqueda del diálogo entre las partes, impuesta por las circunstancias y la presión de la opinión pública, pero ahogada por la desconfianza entre las dos mayorías políticas.
Así pues, sobre estas tres patas, berenjenal económico, falso gobierno y diálogo chimbo, tambalea el país. Si no fuera por los precios del petróleo, el apoyo transitorio de fuerza armada e instituciones del Estado adictas al gobierno, y una cierta tarima popular construida a fuerza de ilusiones, mentiras y mercancías perecederas, ya otro gallo cantaría en esta Tierra de Gracia. Paradójicamente, y para bien, la existencia misma de la oposición democrática ha sido factor de contención a las acostumbradas salidas militares de derecha, y por otro lado, para mal, ha permitido maquillar la imagen de autocracia que en verdad el gobierno venezolano se merece. Si no hemos llegado a una guerra civil, es, entre otros elementos de juicio, por la existencia de esa alternativa democrática que ha asumido “la cruz” y la convicción de que se puede salir de un gobierno autoritario a través de vías constitucionales.
Y así como el país anda chueco sobre tres patas, a más de apolilladas una que otra, camina también sobre dos pedazos. El primero el más complejo, sin rumbo cierto al no haber digerido la derrota electoral propinada. Su domicilio es el chavismo. El segundo tolete es que corresponde a la oposición, que crece unida, resistiendo, con líderes claros y concretos y con posibilidades reales de llegar al poder democráticamente. Ambas partes están censadas, y a pesar de las truculencias de los resultados electorales emitidos por un órgano electoral tan parcializado como el CNE, los números reflejan una realidad que el chavismo no desea leer y que la oposición merece, por haber sudado, y en qué condiciones, la subida de cerro de la popularidad.
Este es un momento en que la política y la diplomacia deben entrar a escena. Acuerdos respetuosos entre las partes. Nada de “Patria, Socialismo o Muerte”. Más bien respirar hondo, tragar grueso y pensar en el país.