Nicolás, este cuento se ha acabado
La muerte de Chávez vino acompañada de una nueva dinámica política en todos los espacios de poder. Gobernaciones, municipios, líderes comunales y militares rojos, comportan una estructura amorfa y acéfala que se quedó sin su punta de eje. Ídem poderes públicos. Un proceso de desintegración que, como dijo el hombre que ríe, sólo Chávez podía contener.
En dónde estamos.
En la disgregación del liderazgo político de HCHF. Poco o nada respetan a Maduro. No es un tema de llamarle presidente o tratarle de usted. Es la falta de capacidad para manejar el difícil coctel ideológico, cívico-militarista y perturbador, diseñado por Chávez… Medio país está gobernado por exmilitares que no preservan un milímetro de obediencia a Maduro, y por el contrario, le imponen la pauta. Arias Cárdenas, Rodríguez Chacín, Mata Figueroa, Vielma Mora & Co., mandan a solas en sus feudos. La misma galimatías se repite en comunas, quienes no escatiman en descargar a Maduro en público. «La revolución nos está excluyendo, hermano», le espetó una líder ecologista en Los Teques, con un terrible dejo de igualación y desprecio. Porque la duda del triunfo oficial no la tiene sólo Capriles, María Corina o Aveledo, sino también el más conspicuo chavista, quien sabe que Maduro ganó amañado e impuesto por un comandante cuyo silencio ya no extraña.
Hacia dónde vamos.
El salvajismo en la AN unió lo que la política no consolidó en 15 años de torpezas y arrogancias opositoras. Hoy Capriles, María Corina, Borges o García, lucen amalgamados. Han sabido responder a los nuevos tiempos tomados de la mano, no del interés. Ante la provocación, han batido un coherente accionar político. Impugnaciones, lobby internacional, presencia de base, mimetización del arbitro y dilución de la imagen Maduro-Chávez.
Frente a la golpiza del Parlamento, las voces de la oposición se escucharon hasta en el templo Hagia-Sofia de Estambul. Los abusos del CNE y el bloqueo de la justicia, han sido desanudados con un discurso frontal y alineado. No hay que tener sondeos en mano para percibir el desplome de un gobierno de alas cortas. Y la crisis económica, la corrupción, regalías al exterior y escasez, han dejado a Maduro con una miserable respuesta: me quieren matar -sic. La dispersión de los operarios políticos chavistas es manifiesta y patética. Destilan desgano por Maduro. Los militares tampoco lo quieren, y apuesto chapitas a morocotas que poco le importaría a José Vicente, Adán Chávez o Giordani, ver a Maduro marcharse a las duchas.
Qué decir de presidentes como Correa, Cristina o Mujica. Bostezan mientras pagan champagne del bueno y tres pisos de suites en hoteles cinq étoilés… con chef y jet privado.
A Maduro le queda Celia, bases radicales y una porción de la familia Chávez. Soledad que no es su culpa. Fue Chávez quien lo metió en esa ruta al garete, convencido que retornaría… Vamos al epílogo de un ciclo de poder y al nacimiento de una nueva democracia. Que nadie se desespere ni juegue adelantado. Este cuento se ha acabado.