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El acento prosódico: Buttó y la Fuerza Armada

Recientemente, Luis Alberto Buttó respondió a un conjunto de preguntas formuladas por Enrique Meléndez para el semanario La Razón: en síntesis,  los gobiernos civiles fueron y son  superiores al de los militares. Y no sólo en  términos históricamente demostrables, sino por lo que respecta al presente mismo, pues – nos antojamos –  bastará darle un vistazo  a la emblemática Plaza Madariaga, ubicada en una zona de seguridad al oeste caraqueño,  y otro a la no menos emblemática Plaza Altamira,  hacia el este, para el contraste de rigor, por no citar que ya es mucho el tiempo transcurrido para que el ministro de la Defensa responda a la emergencia alimentaria que le encaramó Maduro Moros sobre los cuatro soles.

Trascendiendo las aulas, luce importante que el país conozca a los civiles especializados en una materia delicada, compleja y difícil que, además, cuentan con una indispensable destreza política para sortear las trampas y evitar las  tentaciones en un terreno tan naturalmente minado. A nuestro juicio, la escuela fundada por el Dr. Domingo Irwin, prematuramente desaparecido, tiene algunas características relevantes para las circunstancias actuales: gracias al rigor de la vida académica, una experticia comprobada en el ámbito de las relaciones civiles-militares;  la madurez necesaria, palpable en una obra escrita que continua creciendo; y una modestia que agradecemos, exigiendo como única contrapartida la sobriedad y honestidad del planteamiento.

E importa conocerlos, porque – siendo nuestra la convicción –  el país presume del  atraso y orfandad en un  tema decisivo para la transición democrática. Y, acaso, como en 1936, podrá descubrir  a hombres y mujeres preparados para gobernar y también para oponerse, fundados en propuestas de un profundo aliento que rompa con la vanidad y banalidad que las meras expectativas de poder genera, cavándole – inevitable –  una tumba anticipada.

El Dr. Buttó ha puesto el acento  apropiado a un problema que no debió ni debería ser tal, en este lado del mundo que ha de compaginar prosódicamente con el otro. Resulta inconcebible e inaceptable el marcado retroceso en las relaciones civiles-militares que hoy protagonizamos,  cuando el sector defensa  ha de privilegiar y atender el fenómeno de la nueva guerra en el siglo XXI, incluyendo el terrorismo que cuenta con aliados y condiciones en el continente, en lugar de torpedear o ayudar a torpedear una consulta referendaria, incurrir en la temeraria incursión del negocio petrolífero o  lidiar con las pequeñas o grandes escaramuzas o batallas aduaneras.

No todo está perdido, mientras haya alguien que sensatamente pregunte y otro que sensatamente responda. El asunto castrense lo amerita, después que los comandantes-en-jefe de este siglo, antes que presidentes de la República, lo contaminaron.

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