Megalomanía peligrosa
El general Alberto Müller Rojas, uno de los “maestros” ideológicos que más influencia ha tenido sobre Chávez, ha confesado en una entrevista reciente que tanto él como el Presidente son megalómanos. La manía de grandeza en política exterior es sumamente peligrosa e irresponsable, como lo demuestran los casos de Napoleón e Hitler. La política exterior de un Estado es un proceso de acciones dirigidas al logro de fines que satisfagan los intereses nacionales. Es una variable dependiente de las necesidades y los estímulos internos del Estado y de los estímulos y desafíos que provienen del sistema internacional. Estos factores condicionan la política exterior en la medida y en la forma en que sean percibidos por las personas que tienen la función de seleccionar y jerarquizar los fines del Estado. En la Venezuela actual, el Caudillo es el único intérprete del interés nacional y máximo conductor, “Dux”, de los destinos nacionales. Los fines del Estado, obviamente, deberían estar condicionados por el poder del Estado, que tiene que ver con su masa crítica (territorio+ población) y los demás recursos que posea: económicos, militares, tecnológicos, psico sociales etc. Objetivamente, Venezuela en la escala jerárquica internacional es un país mediano, con evidentes debilidades y vulnerabilidades, monoproductor y monodependiente de un solo recurso estratégico: el petróleo, que nos da, cíclicamente, unos ingentes recursos económicos. Con casi 27 millones de habitantes, estos recursos no son ya suficientes para ser un país rico. Tenemos un gobierno rico en un país pobre. Recordemos que el precio del barril de petróleo (WTI) debería estar en US 95 dólares, para tener el mismo poder adquisitivo real de los US 34 dólares de 1979, cuando teníamos, aproximadamente, la mitad de la población actual. Sin embargo, Chávez actúa como si fueramos una gran potencia. Está peligrosamente “sobreextendiendo” los fines de la política exterior. La alianza estratégica con Irán, un país bajo sanciones de la ONU, por la violación del tratado de no proliferación nuclear y cuyo Presidente ha declarado que hay que borrar del mapa a Israel, nos involucra en un potencial conflicto bélico de gran envergadura. A esto habría que sumarle, entre otras cosas, la “regaladera” de la declinante producción petrolera y las simpatías obvias con grupos calificados internacionalmente como terroristas: las FARC y Hezbollah. En el futuro preveo tres momentos peligrosos, máxime si se dieran conjuntamente: a) la salida de las Fuerzas Armadas norteamericanas de Iraq, b) cuando Israel perciba que Irán está cerca de obtener el arma atómica y c) cuando baje el precio del barril y/o haya un aumento de la capacidad productiva ociosa de petróleo.