Opinión Internacional

Gul Turquía

Desde la fundación de la República laica de Turquía, en 1923, luego de siglos de haber sido el centro del Imperio Otomano, la representación del país no había recaído en un político religioso. Es por eso que los más de 70 millones de turcos están preocupados, no por un asunto de gol como la reñida búsqueda de su selección en su intento de clasificar al próximo Campeonato Europeo de Fútbol, sino, por una cuestión de Gül, el hombre que ahora ejercerá la presidencia de la nación.

Luego de que la mayoría parlamentaria del Partido de la Justicia y Desarrollo (AKP) – de moderados islámicos – eligiera al canciller Abdulá Gül para el cargo de presidente, el Tribunal Constitucional anuló su elección con la excusa de que hacía falta el voto de, al menos, dos tercios del congreso. Convencido de que se trataba de un ardid de la elite secular, el Primer Ministro Recep Tayyip Erdogan adelantó las elecciones generales para el 22 de julio y el AKP fue reelecto para seguir en el poder si bien la oposición logró fortalecerse con la incorporación de dos nuevos partidos a un congreso en el cual solo legislaban los islámicos y el Partido Republicano del Pueblo, (CHP), creado por el fundador de Turquía, Mustafá Kemal Atartuk.

El balance de poder que significó el resultado de las recientes elecciones dio pie a especulaciones de que el gobierno desistiría en nombrar un miembro de su partido para la presidencia y, sin embargo, con el renovado mandato, Erdogan dio una sorpresa al postular de nuevo a su ex canciller, quien hace unos días se juramentó en una ceremonia boicoteada por la cúpula del ejército, la elite secular y el principal partido de oposición, el CHP.

Gül se comprometió a respetar la constitución que estipula claramente que Turquía es un Estado secular y democrático, pero su pasado radical islámico, semejante al de Erdogan – hoy pragmáticos promotores del capitalismo en su país – preocupa a demócratas e islamistas radicales que temen un golpe de Estado por parte de un ejército descontento ante un poder ejecutivo copado por políticos religiosos, y atemoriza a grandes sectores seculares, que si bien están dispuestos a convivir con Islam moderado planteado por el gobierno, temen que en un futuro éste puedan dar un zarpazo que transforme al país en un Estado islamista.

Un estadista galo dijo una vez que no esperen que Francia funcione con un sistema de partido único con sus más de 246 diferentes clases de quesos. Estas palabras de Charles de Gaulle, deberían ser el lema de Gül, para mantener el equilibrio de la democracia de su complejo, multiétnico y polarizado país.

Turquía entró al segundo tiempo de una democracia islámica con Gül.

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