Irán y las putas tristes
La obsesión del presidente iraní Mahmoud Ahmadinejad de mostrarse como un líder de calibre moral ante el mundo, es tal, que no solo niega que en su país persista la prostitución, sino que ahora también, quiere eliminar ese concepto de la literatura.
Hace unos días el presidente persa dispuso sacar de circulación los pocos ejemplares del último libro de García Márquez, Memorias de mis Putas Tristes, y prohibió la reedición de la novela.
A pesar de que en la edición persa de esta obra de Gabo se cambió la palabra “putas” por “bellezas”, para el Ministerio de Cultura, que según orden del presidente, debe pedir permiso al ejecutivo para la reedición de cualquier libro, la trama de la novela es inmoral y por lo tanto, quedó censurado – como lo fue Cien Años de Soledad durante la era del Ayatolá Khomeini – para tristeza de muchos lectores iraníes que admiran la obra del Nóbel escritor.
En la mentalidad fanática y demagoga de Ahmadinejad y sus colaboradores, prohibir un texto es como prohibir aquello a lo que relato se refiere, y en este caso, se trata de la prostitución, cuestión que según varias organizaciones mundiales como UNICEF y la OIT, Irán cuenta con más de 300 mil prostitutas circulando solo en Teherán y entre 60 mil a 100 mil casos de SIDA que se han incrementado por la falta de políticas de profilaxis.
También, como en muchas partes del mundo, la prostitución aumenta en ese país con el tráfico de mujeres con fines sexuales.
El caso iraní es muy polémico puesto que si bien la prostitución está penalizada en ese país con la pena de muerte, se ha legalizado lo que llaman “matrimonio temporal” (sigheh) que permiten a cualquier mujer, viuda, divorciada o virgen – con consentimiento de su padre, – ofrecerse como pareja sexual de un hombre por un tiempo limitado (determinado por el hombre), para permitirles tener relaciones solo en el marco del matrimonio, tal como la ley islámica lo estipula.
Los “matrimonios temporales” – contemplados solo en la tradición chiíta del Islam, la cual la gran mayoría de los iraníes profesan – se establecen por períodos de minutos, horas, días o años, a cambio de dinero proporcionado a la mujer. En criterios occidentales a eso se le denomina “prostitución”. Este tipo de matrimonio ha sido practicado históricamente por los chiítas para ayudar a las mujeres que no se casan a tener “relaciones sexuales legales” – como una de las cuatro esposas que el hombre puede tener según la ley islámica – y se practica en la zona de Irán desde el siglo 16 cuando el chiísmo pasó a ser la doctrina oficial del imperio Persa Safaví.
Mientras las mujeres que practican sexo sin estar casadas temporalmente, son lapidadas si son descubiertas, bajo la pena de prostitución, el régimen se enorgullece en proclamar que en su país no existe ese oficio (para ellos “herejía), por hacer una cubierta legal al asunto con los “matrimonios temporales”.
¿Por qué no hacer una versión persa del libro de Gabo en la cual, Delganita, la joven prostituta que se entrega al nonagenario anciano firma un contrato de matrimonio temporal? Si Ahmadinejad se jacta de haber erradicado la prostitución en su país con los “matrimonios temporales” por qué no propone la hipocresía también como formula para “moralizar” a las “putas tristes” de Gabo?