Fumata rossa
Cuando el cónclave de Cardenales toma una decisión sobre quien será el próximo Papa Católico Romano, ésta se anuncia al mundo exterior mediante una columna de humo—si éste es negro, se le llama (en italiano) fumata nera y significa que aún no se ha tomado una decisión definitiva; mientras que si el humo es blanco, se le llama fumata bianca, anunciándole al mundo que ha sido electo el nuevo y vitalicio monarca absoluto de la Iglesia Católica Romana—es lo mismo que acaba de ocurrir en Cuba, donde una fumata rossa (humo rojo), acaba de anunciar quien es el nuevo monarca absoluto y vitalicio de Cuba: Raúl Castro.
La única diferencia que hubo esta vez, es que los 614 miembros de la nueva Asamblea Nacional del Poder Popular de Cuba—recién electa apenas el 11 de enero pasado, escucharon al nuevo Jefe del Consejo de Estado—Raúl Castro; de 71 años—(el Consejo de Estado; es un cogollo de 31 miembros de la Asamblea Nacional, y es la máxima instancia del poder público de Cuba—como lo fue el politburó en toda otra república socialista del mundo), decirle a quienes lo eligieron que: “Fidel Castro continúa siendo el Comandante en Jefe”; es decir, que Raúl, como se acostumbrara en las antiguas monarquías europeas, será realmente un regente—poseedor del poder absoluto—pero no necesariamente un verdadero Rey.
Y esto no debería—ni sorprender a nadie—ni esperar que se inicie una transición política en Cuba, que la aleje de la monarquía absoluta inventada por el pensador alemán Karl Heinrich Marx; ya que el socialismo marxista, nacido como una respuesta a la cruel explotación de los trabajadores asalariados que produjo la Revolución Industrial, que comenzó en Inglaterra a finales del siglo 18—lo que siempre pretendió—no fue un régimen democrático, sino el reemplazo de la monarquía hereditaria por una dictadura: la dictadura del proletariado (que fue el nombre inventado por Marx para los trabajadores asalariados).
Tampoco debería sorprender a nadie que las fumatas biancas se parezcan muchísimo a las fumatas rossas, porque el Vaticano es la última monarquía hereditaria, absolutista y vitalicia que queda en el mundo, y ha “amaestrado” durante 514 años a los latinoamericanos, a no votar por un gerente experimentado y conocedor, para que rija los destinos de sus países, sino para que voten por un mesías salvador; tanto en las épocas en las que predominaron las dictaduras militares en la América ubicada al sur del Río Grande (la frontera de México con los Estados Unidos de América), como en las épocas más recientes donde han predominado los regímenes de apariencia democrática.
Asombrosamente, todo esto ocurre en un continente donde los Estados Unidos de América, tienen ya 232 años enseñándole al resto del mundo como pasar de ser un grupo de 13 colonias británicas, a convertirse en el único superpoder del mundo, a la cabeza—casi con exclusividad—en todas las áreas del conocimiento y del desarrollo humano.