Opinión Nacional

Las confesiones del oficialismo

Cuando la mentira se convierte en la forma acostumbrada de comunicarse el gobierno con el país, la verdad emerge indirectamente. Se proyecta como meta mensaje, que articula y da coherencia a un conjunto de señales que pretenden significar lo contrario, pero revelan ser inconsistentes con la realidad. A continuación, algunas confesiones implícitas del oficialismo de factura reciente.

Primera confesión: “Perdimos las elecciones del 14-A”. La negativa a ultranza a permitir una auditoría de la votación, lo más natural en cualquier país democrático, es confesión de parte de que, efectivamente, “ganaron” con trampa. Si al principio cabían dudas sobre la veracidad del resultado emitido por el CNE, hoy la mayor parte de Venezuela sabe que el ganador fue H. Capriles. El propio comisario político electoral del chavismo, Jorge Rodríguez, admitió que sólo la revisión de los cuadernos de votación podía asegurar que los sufragios registrados correspondían, efectivamente, con quienes tenían derecho a votar. Pero lo hizo hace más de un año, en referencia a las elecciones primarias que escogió al candidato unitario de las fuerzas democráticas, y porque quería evitar la destrucción de los cuadernos para elaborar con ellos una nueva “Lista Tascón”. Diosdado Cabello acogió entonces esta argumentación -la necesidad de auditar los cuadernos-, para acusar a la oposición de tramposa. En fin, la cúpula chavista concedió públicamente que por ahí era que se trampeaba “el mejor sistema electoral del mundo” para, un año después, cerrarse precisamente sobre este punto. Se burlaron de las esperanzas de los presidentes reunidos en UNASUR cuando pidieron una auditoría debidamente realizada y le dieron una bofetada a por lo menos la mitad del país, en muestra de su desprecio por la voluntad popular.

Segunda confesión: “Somos, en realidad, fascistas”. Atrás quedaron los alegatos de ser campeón de los pobres y de las causas justas del discurso “socialista”. La represión desatada contra quienes han estado reclamando la auditoría completa de la votación del 14-A, con estudiantes heridos salvajemente con perdigones disparados a quemarropa y torturados luego en manos de sus captores; la inquisición contra los empleados públicos sospechosos de haber votado por Capriles, sometiéndolos a inspecciones humillantes de celulares, cuentas de correo, etc., en abierta violación de sus derechos constitucionales; el despido a muchos de estos empleados por razones políticas; las amenazas de encarcelar a Capriles y a otros dirigentes democráticos por solicitar lo obvio (el reconteo de los votos); y las “ollas” y montajes contra ellos a través de la mentira abierta –caso de los CDI “quemados”, del cineasta gringo acusado ahora de conspirador de la CIA, son clara expresión fascista. Por si quedaran dudas, el exponente más genuino del fascismo venezolano, Diosdado Cabello, pretende silenciar la institución parlamentaria negándole el derecho de palabra a los diputados opositores y, para rematar, promovió con Pedro Carreño la golpiza salvaje a éstos por parte de diputados oficialistas y de sus guardaespaldas armados, en pleno recinto parlamentario. Buscan descargarse acusando histéricamente a la oposición de “fascista” cuando esta reclama el cumplimiento de los derechos democráticos. Proyección llaman a esto los sicólogos. La estúpida afirmación que los diputados democráticos urdieron la golpiza contra ellos mismos, cuando el video de lo ocurrido es de dominio público, los coloca como alumnos aventajados –aunque torpes- de Joseph Goebbels, ministro de propaganda nazi.

Tercera confesión: “Somos incompetentes y el país se nos está yendo de las manos”. Desaparecido el embrujo del Jefe indiscutido, el país se levanta por doquier, como el proverbial cuero seco de que se quejaba Guzmán Blanco. Los “enchufados” no entienden que la situación cambió, pero no se atreven a apartarse de la línea que les legó “su comandante”. En fin, fueron artífices de un dispositivo de confrontación que encumbró a un Caudillo como líder absoluto y ante el cual hipotecaron toda capacidad de discernir. Rechazan dialogar con la otra mitad del país por miedo. No se atreven a dar el paso inicial hacia la legitimidad, prefiriendo esconderse tras todo tipo de vituperios y amenazas ¡mientras hablan de amor y paz! Son tan brutos que agudizan la crisis política sin entender que ello habrá de socavar inexorablemente sus endebles bases de poder. Todavía no han caído que el “chavismo sin Chávez” es inviable, más cuando les toca enfrentar las ruinosas consecuencias de lo que “su comandante” sembró en el plano económico. Como avestruz que mete su cabeza en la arena cuando ve peligro, el esclarecido heredero desempolva excusas desgastadas: “Tienen planes para derrocarme y desaparecerme, pero no lo lograrán… Detrás están Noriega, Reich y Uribe Vélez, quien quiere asesinarme”. ¡Hasta cuando!

Cuarta confesión: “Nos importa un pepino la democracia y el respeto a los derechos humanos”. Si bien ya esta confesión está contenida en las anteriores, los enchufados se empeñan en proyectarla de manera explícita al ámbito internacional. Un ex encapuchado tira-piedra, ahora convertido en canciller, acusa a las declaraciones de “preocupación” del otrora protector del chavismo en la OEA, José Miguel Inzulsa, de “injerencistas”, “cínicas” e “inmorales”, formuladas “en evidente y estrecha coordinación con voceros del Departamento de Estado y de la Casa Blanca” (¡!). A la oferta del canciller español de aportar “lo que se les pida” para garantizar la paz y la estabilidad en Venezuela, el propio Presidente-mientras-tanto lo tilda de “impertinente”. Frente al pedido del canciller de Perú, Rafael Roncagliolo, de que hubiese un diálogo entre las fuerzas políticas en Venezuela, contesta en forma destemplada “que no se meta en los asuntos internos de Venezuela”. Finalmente, en respuesta a la constatación de Obama de que “el hemisferio completo está viendo la violencia, las protestas y los ataques a la oposición”, Jagua lee un comunicado que denuncia la nueva arremetida imperialista “contra un gobierno legítimo (…) Estados Unidos quiere un conflicto en Venezuela para justificar una intervención extranjera”. No se por qué estas bravuconerías ante los gringos me recuerda tanto a la aventura de Videla y los suyos en las Malvinas.

¿Qué hay detrás de tanta impostura? No es por “compromiso con la revolución”. El verdadero compromiso es con el dispositivo de expoliación que la cúpula gobiernera ha ido montando a través de los años, que la ha convertido en usufructuaria privilegiada del poder y de la renta petrolera. Para legitimarse ante su base social, se montó el gran reparto a través de las misiones: nada de méritos, de esfuerzos, bastaba sólo declararse chavista. Por eso “los enchufados” acompañaron a Chávez en la destrucción de las instituciones del Estado de Derecho. Operan ahora a la libre. Y eso no lo quieren perder para nada. Lo más insólito es descubrir ahora que los mayores “enchufados” son el par de ancianos patriarcas cubanos, Fidel y Raúl, conscientes de que su poder omnímodo depende de que puedan continuar esquilmando a Venezuela. Y ello pone al desnudo la más sensible de las confesiones oficiales: que la actual cúpula en el poder se ha transformado en agentes del gobierno antillano. Mientras, Maduro acusa a Ledezma de traidor a la patria (¡!) Definitivamente, el cinismo y la doble moral del oficialismo no tienen límite.

 

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